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ABEL

DIRECCIÓN: Diego Luna
TÍTULO ORIGINAL: Abel (2010)
PAÍS: México
GUION: Diego Luna, Augusto Mendoza
FOTOGRAFÍA: Patrick Murguia
MÚSICA: Alejandro Castaños
DURACIÓN: 82 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Abel, primer largometraje de ficción del actor y director Diego Luna, puede ser considerado un modesto éxito por el estado emocional que logra generar a través un relato sencillo, de temática cotidiana, alejado de toda solemnidad y sin elevadas pretenciones. Sin embargo, contrario a lo que opinan los incondicionales del actor, si bien la cinta es meritoria, está lejos de ser memorable.

Al principio de la historia, conocemos a Abel (Christopher Ruíz-Esparza), un pequeño de nueve años que abandona el psiquiátrico en el que se encuentra, aparentemente abstraído desde que su padre (José María Yazpik) abandonó a la familia para irse a Estados Unidos en busca de trabajo. Curiosamente, el niño empieza a salir de su ensimismamiento después de ver una noche La oveja negra (1949) en un canal de televisión. Abel vuelve a hablar, pero no para reintegrarse de manera funcional a la familia, sino para asumir el rol del padre, curiosamente la figura ausente en el hogar.

Sin dejar de subrayar el drama que la situación representa para una madre soltera (Karina Gidi) con tres hijos a los cuales sostener, Diego Luna acierta al darle al conflicto un tratamiento amable, a través de anécdotas de humor inocente representadas por un niño que pretende ser un padre severo, un marido macho, celoso y un señor de su casa, incluso frente a su propio padre, quien aparece de manera repentina.

El joven director se equivoca, sin embargo, cuando lleva esa fantasía infantil a sus límites y sugiere un episodio casi incestuoso (torpe por inverosimil), en el que vulnera la ingenuidad que le confiere a su personaje, traicionándolo por completo. Hay que reconocer por otro lado, que Abel no sólo no cede al sentimentalismo fácil, sino que renuncia a un final a la medida de las expectativas del público.

Pese a sus defectos (premisas algo caprichosas y un tratamiento demasiado superficial de algunos temas), al final hay suficiente material para tomar en serio a Diego Luna en su nueva faceta. Dado que su anterior trabajo como realizador, el documental JC Chavez, fue poco visto y muy pobremente valorado; ésta podría ser una oportunidad real para empezar a hacer un camino propio sin que el público y los medios se pregunten dónde está Gael García, como si fueran la misma cosa.

 
 
 
 
       

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