LOS ABRAZOS ROTOS

DIRECCIÓN: Pedro Almodóvar
TÍTULO ORIGINAL: Los abrazos rotos (2009)
PAÍS: España
GUION: Pedro Almodóvar
FOTOGRAFÍA: Rodrigo Prieto
MÚSICA: Alberto Iglesias
DURACIÓN: 127 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Menospreciada por un sector de la crítica, que la ha calificado como una obra menor de Pedro Almodóvar, Los abrazos rotos es uno de esos gustosos homenajes al oficio de hacer cine en el marco de una historia que intenta insertarse (sin lograrlo) en el género negro y que aparece salpicada de innumerables referencias cinemátográficas aun de la misma obra del director manchego. Cada quien juzgue si esto es un error o un acierto.

El hilo de la historia lo constituye Harry Caine (Lluís Homar), un guionista invidente cuya circunstancia personal lo ha obligado a adoptar un pseudónimo y a abandonar su nombre real, el cual decidió cortar años atrás, después de haber estado enamorado de Lena (Penélope Cruz), una secretaria cuyo sueño era ser actriz pero quien para pagar deudas se veía obligada a ejercer la prostitución a nivel ejecutivo.

Argumentalmente, Los abrazos rotos podría ser una de las cintas menos complejas de Almodóvar: una historia de amor pasional, cruzada por el engaño y la venganza. Pero también es una de las menos personales.

Cuando se compara este trabajo con Volver, su referente más cercano, uno advierte que el artificio estético y la encendida paleta de colores que caracteriza el cine del realizador sigue ahí; la belleza no se ha ido. Sin embargo, hay que reconocer que los personajes se pierden en un mar de referencias y guiños al mundo del celuloide, perdiendo al mismo tiempo naturalidad y distanciándose emocionalmente del espectador.

La cinta no es aburrida, ni mucho menos, pero se echa en falta la cotidianidad, los diálogos sinceros y lúdicos. Se ha esgrimido que su mayor debilidad es que ni siquiera queda claro qué es lo que pretende contar. Y no hay un quid dramático, es cierto, porque al final la pretensión es llevarnos a un recorrido en el que el chiste es identificar un guiño del pasado y volver al inicio para que nos expliquemos simplemente cómo fue que el guionista ciego Harry Caine dejó de ser el director Mateo Blanco.

No hay que decepcionarse, creo. Sólo hay que considerar que el filme es un pequeño alto de su realizador para hacer un homenaje al cine del que se ha alimentado y una forma de honrar la filmografía personal que a final de cuentas lo convirtió en una celebridad y un referente.

 
 
 
 
  

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