Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Lo políticamente correcto es por lo general repugnante por su inmoralidad, su cinismo, su oportunismo y su hipocresía. Cuando la sinceridad tiene cada vez menos voz en este mundo de personas buenitas y bienpensantes, aparecen piezas entrañables, inteligentes como After Life: Más allá de mi mujer, una serie de apenas seis capítulos para Netflix, escrita y dirigida por Ricky Gervais, quien muestra que tras la buena comedia hay a veces una visión triste y desencantada del mundo.

Gervais interpreta a Tony, editor de The Tambury Gazette, un periódico local que las excentricidades de los habitantes de esa pequeña ciudad. La muerte de su esposa Lisa (Kerry Godliman) , merced del cáncer, le ha robado también las ganas de vivir hasta volverlo un hombre sin filtros, hiriente, que dice todo lo que piensa y que usa esa brutal honestidad como un superpoder, pues siente que ya no tiene nada qué perder. 

Lisa le ha dejado en video una guía para vivir sin ella, llena de buenos consejos, que además intenta recordarle que es un hombre decente. Pero Tony prefiere revolcarse en su dolor y guiar su existencia por la misantropía, diciéndose a sí mismo que carece de un propósito para vivir, aunque haya dos o tres cosas que aún le importan, entre ellas la perra que criaron juntos.

El duelo que vive el protagonista es el hilo conductor de todo cuanto sucede en escena. Sin embargo, Gervais dibuja de manera sutil a otros muchos seres humanos rotos que lo rodean y que conforman una colección aparte de soledades pero que, a diferencia de él, no se han rendido.

No es del todo gratuito que Tony sea un periodista que parece enfrentarse a la peste del narcisismo que copa las redes sociales y que parece empujar a toda la gente a buscar algo de celebridad, como el hombre que asegura haber descubierto una mancha de humedad idéntica a Kenneth Branagh o el verijón desocupado cuyo talento es tocar dos flautas con las fosas nasales.

Aquí hay algo menos banal, pues el The Tambury Gazette tiene una función de cohesión comunitaria y orgullo de pertenencia. Sus lectores están convencidos de que tienen algo valioso para decirle al mundo y que la vida de cada uno de ellos tiene al menos un aspecto que merecería ser contado alguna vez en el periódico, convencidos de que su existencia tiene un sentido y un propósito.