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Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Fábula moral sobre el uso de los fundamentos religiosos para construir liderazgos autoritarios y destruir por la vía de la violencia la conciencia individual que desafía los dogmas desde lo racional, Agora de Alejandro Amenábar es al mismo tiempo una de las cintas que mejor hablan del espíritu femenino fuerte y libre, entendiéndolo en toda su dimensión y no como el simple protagonismo de ignorantes que hoy muchos llaman empoderamiento.
La historia se desarrolla en el siglo IV, durante el dominio del Imperio Romano en Egipto, justo en el momento en que el cristianismo del siglo primero en Alejandría había comenzado a degradarse y consolidarse como una turba fundamentalista. En ese contexto aparece Hipatia (Rachel Weisz), matemática, astrónoma y educadora de varios nobles y líderes de su tiempo, quien representa una de las voces en extinción que apela al uso de la razón, y no a un libro sagrado, para encontrar respuestas vitales.
Hablada en inglés pese a ser una producción española, sin grandes secuencias de acción o la espectacularidad de una gran épica, Agora luce un diseño de producción impresionante, un derroche visual que enfatiza la pequeñez de la raza humana ante conceptos científicos como lo inmenso y desconocido del universo, o teológicos, como la grandeza de la creación.
Amenábar no busca la fidelidad histórica, se enfoca en el tema de los fanatismos, la misoginia bajo la vestidura de leyes perfectas. Su protagonista, Rachel Weisz, crea un personaje inusual y creíble, a partir de la idea de una mujer apasionada con lo que hace, distante, si no es que totalmente ajena a los intereses amorosos. La fuerza de los roles masculinos está, en cambio, determinada por su posición social, sus cargos, sus investiduras, sus pulsiones por sobre la razón.
Pero hay mucho más que un discurso de género en ello, la historia de Amenábar —como él mismo lo reconoce— intenta mostrar la realidad humana en contexto con el universo. Mirar a los seres humanos casi como hormigas, pero llenos de prejuicios y de una soberbia que los hace pretender que pueden entenderlo todo, postulando verdades acabadas que no admiten duda. Una cinta bien hecha, agradecible. |
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