AGUA TURBIA

DIRECCIÓN: Walter Salles
TÍTULO ORIGINAL: Dark Water (2005)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Rafael Yglesias; basado en la película Honogurai mizu no soko kara, de Hideo Nakata
FOTOGRAFÍA: Alfonso Beato
MÚSICA: Angelo Badalamenti
DURACIÓN: 105 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Agua turbia, primer trabajo en Hollywood del cineasta brasileño Walter Salles —más conocido por Estación Central y Diarios de Motocicleta— resultó ser más decepcionante que intrigante.

Tratando de ir a la segura, productores y director quisieron apostarle al remake de una película filmada en 2002 por Hideo Nakata, en un momento en que las cintas de horror japonés están siendo revaloradas. Sin embargo, es difícil saber siquiera en qué género colocarla, porque si bien su propio director asegura que Agua turbia es un filme de terror psicológico, esto es cierto sólo a medias...

Dahlia (Jennifer Connelly) es una mujer que intenta comenzar una nueva vida. Acaba de separarse y ha tenido que conseguir un nuevo trabajo y un nuevo departamento, mientras libra una batalla por la custodia de su hija Ceci (Ariel Gade). Su estado psicológico es frágil y algunos eventos extraños que empiezan a sucederse en su departamento logran que su vida se venga definitivamente abajo.

El conflicto radica en que la mitad del tiempo se juega con la inestabilidad mental de la protagonista; hechos sobrenaturales como los torrentes de agua negra que salen de las paredes son producto de su imaginación en muchas ocasiones, mientras que en otras se deben a una real inundación en el departamento de la planta superior.

De pronto, al autor de la historia le parece más conveniente que el fantasma sea real y que no sólo hable con Dahlia y su hija, sino que además las dañe físicamente. Esto, pues, no es horror psicológico.

Mientras la trama se desarrolla, uno tiene la impresión de que todo cuanto se presenta ante nuestros ojos ya se ha visto y que aun los elementos que conforman este filme son los mismos que de manera recurrente aparecen en El Aro: una madre soltera cuyo estado anímico parece derrumbarse, el agua como elemento siempre presente, un espectro infantil que carga con el rechazo de su madre y otras tantas. La diferencia con aquella, es que El Aro era miedo genuino por lo inexplicable.

Por ello, nada de lo que ocurre durante dos horas y media sorprende. Connelly y la pequeña Ariel Gade cumplen sobradamente con su papel, pero lastimosamente el cuento de terror no da para más. De hecho, otros personajes que al principio parecía que serían cruciales en el desenlace —como el del conserje del edificio o el abogado de Dahlia— terminan desdibujándose, ahogados en las aguas negras de una película llena de precedentes.

 
 
 
 
  

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