ALAMAR

DIRECCIÓN: EPedro Gonzalez-Rubio
TÍTULO ORIGINAL: Alamar (2009)
PAÍS: México
GUION: Pedro Gonzalez-Rubio
FOTOGRAFIA: Pedro Gonzalez-Rubio
MÚSICA: Diego Benlliure
DURACIÓN: 73 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

En los primeros minutos de Alamar, escuchamos la voz de Roberta, una italiana que cuenta su breve historia de amor con Jorge, un pescador mexicano: "Creo que él y yo nos encontramos con el fin de que Natan naciera”. En dos pinceladas y algunas breves escenas de archivo nos enteramos que hace tiempo que dejaron de verse, que él vive a la orilla de un arrecife de coral en el Caribe mexicano, mientras que ella ha decidido regresar a Roma, su mundo, donde cría sola al hijo de ambos.

Y entonces la película empieza a mostrar lo que en realidad intenta contarnos, que es la visita que Natan hace a su papá y a su abuelo, los cuales viven en un modesto palafito equipado apenas con electricidad y una parrilla de gas. El relato es mínimo, el director y guionista, Pedro Gonzalez-Rubio, decide meter la cámara entre los personajes para que sea la cotidianidad de la vida a la orilla del mar la que establezca el tono y el ritmo.

Entre ellos se desarrolla una natural relación padre hijo, pero también se inicia un proceso de enseñanza y aprendizaje que incluye largas jornadas en el mar y trabajo arduo para vender el producto de la pesca. Natan no luce ajeno al entorno, aunque parece estarse adaptando todo el tiempo a él, a las singularidades de los animales del lugar que a fuerza de tener contacto con los hombres han cedido un poco en su natural recelo y a los pescadores que aparentemente sólo viven para trabajar.

Si algo o alguien se distingue por su casi absoluta ausencia en el trabajo de González-Rubio es la mujer. Alamar ofrece momentos cálidos, de corte intimista, pero son los códigos masculinos los que privan en el panorama general. Los escenarios naturales son un gran capital para la cinta y sus personajes tienen una relación muy natural frente a una cámara que parece no estar ahí, pero el director también experimenta momentos de enorme fortuna durante la filmación que tienen que ver con presencias fortuitas y situaciones que de haberse planeado no habrían resultado mejor.

Quién lo iba a decir. Al final, fuera de la sala, nos enteramos que estamos frente a una ficción documentalizada, que lo que hemos visto no es del todo fiel a la realidad, pero tampoco es ajeno a ella, que el director ha debido aportar con su guion, pero las raíces de la historia están en las personas que participan en su filme.

 
 
 
 
       

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