Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Amigos no es un filme de tensiones raciales o sociales aunque sus protagonistas parezcan personajes de mundos contrastantes. Tachada de racista e incluso criticada por simplificar problemáticas complejas como la migración, el desempleo o su mirada superficial de los aspectos más penosos de la vida con discapacidad, Eric Toledano y Olivier Nakache imponen a su historia un tono humorístico, optimista, que elimina cualquier traza de victimismo en sus personajes.

Philippe (François Cluzet) es el poseedor de una enorme fortuna, pero es tetrapléjico desde varios años atrás, luego de un accidente de paracaidismo, por lo que requiere de ayuda permanentemente en todas sus actividades. Driss (Omar Sy) es un ex convicto sin empleo, de origen senegalés y crecido en el seno de una familia numerosa y pobre, que acude a una entrevista de trabajo en la que resulta contratado para asistir al primero, pese a no tener experiencia alguna ni entrenamiento en el cuidado de personas con discapacidad.

La cinta renuncia al maniqueísmo desde los primeros diálogos, en los que Driss, habitante de un barrio marginal, es descrito como un hombre sin piedad. Y por piedad hay que entender compasión y lástima, porque si bien son visibles las tragedias en la vida de ambos, éstas son elementos secundarios de un relato sencillo que defiende la amistad, la relación entre iguales (de verdad iguales), como el mayor principio democrático.

Atado a la silla de ruedas y con nada más que voz y rostro para expresarse, Philippe cuenta su accidente de manera breve sin ninguna recreación que añada dramatismo; lo mismo hace el joven africano al recordar su infancia. Dos escenas pequeñas les toma a los directores abrir y suturar las heridas viejas de sus protagonistas; el resto consiste en rebelarse con mucho humor y algunas canalladas frente a la solemnidad que amenaza con ahogarlos e impedirles respirar.

El mundo de los personajes, claramente dibujado en distintos momentos, es más que un cliché sobre la situación social del inmigrante negro, sacado de la banlieue y redimido por la bondad del rico blanco. Los espacios a los que Philippe está obligado a ceñirse, se abren hasta volverse inabarcables cuando su contraparte decide mostrarle la calle y la vida comunitaria. Las vías de escape de cada uno de ellos son tan distintas y tan ajenas que se vuelven aprendizaje del otro; el arte, la creación y la música clásica en contraste con el arrojo, el humor negro y las canciones de Earth Wind & Fire.

Ahí, donde Variety ve una "comedia vergonzosa" en la que Omar Sy es tratado como un mono (con todas las implicaciones racistas del término), el ultraderechista Jean Marie Le Pen encuentra una “metáfora de una Francia inválida, rescatada por los hijos de inmigrantes africanos”. Con un poco de humor como disfraz para darle la vuelta al sentimentalismo, los realizadores han conseguido algo más simple: una película divertida y entrañable sobre dos amigos.