ARRÁSTRAME AL INFIERNO

DIRECCIÓN: Sam Raimi
TÍTULO ORIGINAL: Drag Me to Hell (2009)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Sam Raimi, Ivan Raimi
FOTOGRAFIA: Peter Deming
MÚSICA: Christopher Young
DURACIÓN: 99 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Christine Brown (Alison Lohman) es una joven ejecutiva de cuentas en un banco de Los Ángeles, tachada por su jefe de blanda y poco decidida, aunque ella ambiciona una oportunidad para mostrar que puede ocupar el puesto vacante de vicegerente. La ocasión se presenta cuando la vieja y repugnante señora Ganush (Lorna Raver) acude a la sucursal para solicitar una nueva extensión en el pago de su hipoteca y Christine tiene que tomar una decisión que la muestre como una ejecutiva determinada.

La secuencia es elocuente; basta con apreciar tres rasgos de la personalidad de estas dos mujeres para experimentar una rara mezcla de repulsión y antipatía por una de ellas mientras despliega sus modales en el lugar. Por supuesto, hay mucho en el trabajo actoral que vuelve tan repelente la escena, pero más decididamente puede hablarse de la mano del director Sam Raimi, para quien —según se ha repetido hasta la saciedad— esta cinta representa un regreso a sus orígenes.

Como El despertar del diablo (The Evil Dead, 1981), Arrástrame al infierno es cine de horror en su faceta más bufa y desagradable, capaz de crear escenas de pesadilla y recrear imágenes escalofriantes sólo concebidas por una mente esquizofrénica, pero atenuadas con recursos grotescos de barata manufactura y frecuentemente resueltas o rematadas con un humor negro que dibuja sonrisas de incredulidad.

En la secuencia que referíamos líneas atrás, la vieja gitana lanza contra Christine una maldición que la atormentará durante días, antes de que un espíritu conocido como la Lamia se lleve su alma al infierno. A partir de ello, Raimi convierte maliciosamente a su personaje en protagonista de varios gags de cruel humor, que se alimentan de esa desesperación que lleva a las personas al comportamiento más irracional.

Autoparódica, innegablemente lúdica y llena de energía, falta sin embargo la novedad, la subversión y la frescura de los filmes de bajo presupuesto de los ochenta, acaso porque da la apariencia de ser un trabajo demasiado consciente de sí mismo, quizá por las expectativas que el propio realizador sabía que generaría una película que habría de ser etiquetada como "el regreso a los orígenes de Sam Raimi".

Con todo y que el guion tiene su sustrato sexista al dejar caer una maldición sobre una mujer que busca ascender profesionalmente después de haber sido una campesina toda su vida, el producto en general está bastante bien realizado, sin prejuicios ni taras mentales, aunque me temo que lejos de ese pedestal en el que muchos ya la están colocando.

 
 
 
 
       

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