Héctor Campio López | @campiolopez
Muy arriesgado fue, en pleno auge de la animación digital, la tecnología 3D y las innovaciones sonoras en el cine, realizar una película que emulara las técnicas del cine silente de hace noventa años. El exitoso resultado puede calificarse como una hazaña. El artista, sin todo el artificio que lo separa de las producciones con tecnología de punta, es emocionante y convincente.
Narra la historia de George Valentin (Jean Dujardin), un exitoso actor del cine mudo, que sufre en carne propia la transformación de la industria cinematográfica con la aparición del sonido. Así, su vida y carrera profesional toman una ruta trágica. La película, en blanco y negro, sin diálogos audibles y sólo con algunos intertítulos, es una muestra de destreza narrativa.
No sólo se trata de nostalgia. En esta película del director y guionista Michel Hazanavicius, hay dos factores importantísimos y frecuentemente olvidados en el cine: la interpretación de los personajes y los mensajes tácitos. Sobre el primero, pesa la capacidad gestual y el lenguaje corporal de los dos actores principales, Jean Dujardin y Bérénice Bejo, cuya expresividad hace prescindible cualquier sonido vocal.
Hay que ver la secuencia donde la novel actriz Peppy Miller (Bejo) entra al camerino de George Valentin y hace una graciosa escena romántica con el vestuario de éste. La teatralidad y la fotografía cobran aquí verdadera dimensión cinematográfica. De igual forma lo hace el sonido en una brillante secuencia, donde George Valentin lleva su tragedia al subconsciente.
Una cualidad que distingue a las grandes películas es la sutileza de los mensajes, la de decir sin la necesidad de explicarlo todo. La ausencia de diálogos, que podría ser una limitación en la narración, aquí no lo es, pues el director se esmera en la creación de una narración fotográfica. En ella están las alegorías más bellas de la historia y de la vida misma.
El artista recuerda todos esos pequeños detalles que el cine ha dejado de tener y que se han suplido con la estridencia y la espectacularidad que ofrecen las nuevas tecnologías. Por si a la historia le hiciera falta un énfasis, éste lo proporciona la partitura orquestal en los momentos cómicos, trágicos o de acción.
En su simpático papel como asistente de la estrella de cine, el actor James Cromwell, merece una ovación. Y en una de esas hasta el perro Uggie. |