EL ASESINATO DE JESSE JAMES POR EL COBARDE ROBERT FORD

DIRECCIÓN: Andrew Dominik
TÍTULO ORIGINAL: The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford (2007)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Andrew Dominik; basado enla novela de Ron Hansen
FOTOGRAFIA: Roger Deakins
MÚSICA: Nick Cave, Warren Ellis
DURACIÓN: 160 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

En el lado opuesto de los grandes westerns, desbordantes de acción y de fuego, el director neozelandés Andrew Dominik ha rehuido por completo a los convencionalismos del género para rodar una cinta harto parsimoniosa y contemplativa sobre uno de los ladrones y asesinos de mayor celebridad en la historia de los Estados Unidos: Jesse James.

Si bien el largo título deja zanjada la cuestión de la trama, sí vale la pena decir que El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford intenta retratar la difícil relación del forajido con los miembros de su banda una vez que los mejores tiempos y los grandes botines parecen haber pasado.

Particularmente lento en su desarrollo, el filme se distingue por largas secuencias que se entretienen en mirar el agreste y hermoso paisaje del Missouri del siglo XIX —a veces a través de la distorsión de un ojo de buey—, mientras el bandido aparece retirado, viviendo con su esposa Zee (Mary-Louise Parker) y sus hijos, deteriorándose en su interior y temiendo que los suyos lo traicionen y lo entreguen a cambio de recompensa.

No hacen falta las escenas de patente crueldad ni los grandes golpes a bancos y ferrocarriles para ver en Brad Pitt al hombre que despertaba una suerte de temor reverencial que le mereció ser incluso el héroe de pequeñas novelas ilustradas que lo mitificaban y lo presentaban como una suerte de Robin Hood americano.

Pero no es sólo a través de Pitt que el personaje de Jesse James toma su verdadera perspectiva. Tiene que ser a través de los ojos de su victimario y cómplice, Robert Ford (Casey Affleck), que el mito del asesino se perpetúe. El joven Ford le admira en todo, envidia su arrojo, su celebridad, se esfuerza en servirle, pero no recibe respeto de su ídolo.

Mediocre como sólo se puede serlo viviendo a la sombra de la fama, el joven cede a la tentación del reconocimiento que se obtiene de derribar a una gran figura de su pedestal. Por eso, el epitafio colocado en la tumba de James se convertiría a la larga en una sentencia para su verdugo: "Asesinado por un traidor y cobarde cuyo nombre no merece aparecer aquí".

No hay que confundirse, sin embargo. El asesinato de Jesse James es una atípica película del Oeste, hermosa en su fotografía y su banda sonora, pero excesivamente lenta en sus primeras dos horas, con personajes que lejos de la rusticidad que se esperaría de ellos, tienen conflictos altamente intelectualizados.

La intensidad del tramo final contrasta por completo con el resto del relato. Aun oculto bajo el nombre de Thomas Howard, viviendo como padre de familia, el asaltante conserva su fiereza intimidante e impone temor a quien se dispone a dispararle por la espalda.

La cinta de Andrew Dominik no intenta tanto hacer el retrato de Jesse James —de quien se sabe mucho— o descubrir la cronología de su muerte. Su objeto es el hombre que ayudó a convertirlo en mito, la codicia y el pobre espíritu de un sujeto frustrado cuyo nombre no trascendió más que las palabras con las que se le conoce hasta hoy: el hombre que mató a Jesse James.

Brad Pitt, Casey Affleck y Sam Rockwell están formidables. Créanme; la película vale la pena. Sólo hay que armarse de paciencia.

 
 
 
       

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