BABEL

DIRECCIÓN: Alejandro González Iñárritu
TÍTULO ORIGINAL: Babel (2006)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Guillermo Arriaga
FOTOGRAFÍA: Rodrigo Prieto
MÚSICA: Gustavo Santaolalla
DURACIÓN: 143 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

No encuentro en Babel uno solo de los elementos que la crítica especializada ha visto en el filme. No veo el poderoso drama que parece desarrollarse en la cinta de Alejandro González Iñárritu ni me parece un gran descubrimiento el que la torre de Babel del director mexicano no sea la barrera del lenguaje, sino la incapacidad de comunicación y entendimiento entre los hombres.

El guion es pobre, pequeñísimo en sus ideas. De su contenido no nacen reflexiones profundas, sino lamentaciones sobre un mundo que se perfecciona con pensamientos bonitos. González Iñárritu es un director moral a punto de convertirse en un predicador y eso da al traste con todo.

En Babel conocemos a Richard (Brad Pitt) y Susan (Cate Blanchett), un matrimonio que después de haber perdido a su bebé viaja a Marruecos en busca de sanar la herida, mientras sus dos pequeños hijos se quedan a cargo de Amelia (Adriana Barraza), la encargada del servicio doméstico. Mientras recorren la zona de la montaña a bordo de un autobús, Susan recibe un tiro en el hombro; la bala viene del rifle que un pastor de cabras ha puesto en manos de sus hijos para que se hagan cargo del rebaño.

Mientras la película se queda aquí, la fotografía de Rodrigo Prieto luce, los personajes de Richard y Susan parecen estupendamente actuados y los diálogos guardan una mesura que le dan a la cinta sus momentos de mayor lucidez. Fuera de ese espacio, González Iñárritu y su guionista, Guillermo Arriaga, exigen al público aceptar caprichos y situaciones cuya ingenuidad o estupidez las hacen insultantes.

De manera artificiosa, el conflicto termina conectado con Tokio, donde un hombre que parece tener la costumbre de ir de cacería a Marruecos (habrá que ignorar detalles sobre el terreno y la fauna demasiado evidentes para tomar esto en serio) se ve imposibilitado de acercarse a su hija sordomuda (Rinko Kikuchi), quien luce perdida tras el suicidio de su esposa.

Sin embargo, es el tercero de los relatos el que parece un absoluto despropósito. Mientras la mujer que la emplea se desangra a miles de kilómetros de ahí (y ella lo sabe), Amelia, quien lleva 16 años viviendo como indocumentada en California (pero cuya idea de lo que significa ser ilegal en la Unión Americana no parece ser muy clara), considera de lo más normal llevarse a los pequeños hijos de sus patrones a una fiesta en Tijuana y luego volver con ellos a territorio de Estados Unidos, esperando ser recibida con sonrisas por la policía fronteriza. Uno piensa que González Iñárritu es demasiado ingenuo o ha comenzado a menospreciar la inteligencia del público.

Me parece ocioso el encomio del desarrollo no líneal del relato, cuando el director, más que en un recurso narrativo, lo ha convertido en un manual de estilo. 21 gramos era mucho más eficiente en varios sentidos, sobre todo en el terreno de la verosimilitud; con todo y sus fallos, era un intento genuino por pelearle la cartelera a otras películas antes que cosechar notas de prensa.

Pero González ha dejado de ser un narrador. En el fondo, el mito bíblico al que alude su filme es una cortina de humo para la demagogia de un predicador. Babel tiene un grupo empeñoso, en el que se destacan Brad Pitt (en una de sus mejores actuaciones) y los niños Said Tarchani y Boubker Ait El caid; sin embargo, la crítica ha pasado por alto las absurdas premisas y las ilógicas decisiones que el trabajo presenta.

En la más recente edición de la revista Newsweek, el periodista Sean Smith plantea una pregunta pertinente que pocas reseñas se han hecho: "¿Babel está hecha a prueba de críticas?" La respuesta es simple. No.

En mi infinita estupidez creo que hay algo de deshonestidad en quienes se han prodigado en el elogio tan absoluto de la cinta de González Iñárritu. En lo personal, me inquieta haber encontrado un producto tan malo. No me gustó Babel, me parece una terrible decepción.

 
 
 
 

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