LOS BASTARDOS

DIRECCIÓN: Amat Escalante
TÍTULO ORIGINAL: Los bastardos (2008)
PAÍS: México, Francia, Estados Unidos
GUION: Amat Escalante y Martín Escalante
FOTOGRAFIA: Matt Uhry
MÚSICA: Ciril, Jazkamer, Kid606
DURACIÓN: 90 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

El cine mexicano se ha habituado a la victimización de los migrantes mexicanos. Hipócritas y chauvinistas, no nos permitimos nada menos que la reivindicación, nada menos que la simpatía o la lástima por ellos.

En su cinta Los bastardos, Amat Escalante rehuye con inusitada determinación el melodrama del pobre digno de compasión que atraviesa el desierto, para narrar la historia de Jesús (Jesús Moisés Rodríguez) y Fausto (Rubén Sosa), dos jóvenes indocumentados del estado de Guanajuato que mañana tras mañana esperan a un lado de la calle, cerca de una zona comercial californiana, a que algún gringo los contrate y los lleve a un jale en el campo o en una construcción, a razón de unos pocos dólares la hora.

Con una parsimonia desconcertante, el director sigue por varias horas la rutina de aquellos dos mientras limpian un terreno y abren las zanjas para los cimientos de una casa, cuando pasan de largo y deciden ignorar una agresión de un grupo de blancos para sentarse a tomar una cervezas bajo un árbol del parque. Nada hay de peculiar en eso, excepto porque en el interior de la mochila de Jesús hay una escopeta recortada.

El ritmo lentísimo al que ocurren las cosas tiene un solo fin: golpear fuerte y en lo más profundo de la conciencia cuando la historia nos permite averiguar de dónde viene el arma y en qué empresa será usada. El cine de lugares comunes que conocemos y al que nos hemos acostumbrado prescribiría que dos mexicanos armados en las calles de Los Ángeles sólo pueden ser miembros de una pandilla con gusto por la música de padrotes o asaltantes nocturnos de Seven Eleven.

El giro en la historia de estos dos hombres sencillos es aterrador. De inmediato viene a la mente ese ejercicio sádico de Michael Haneke llamado Funny Games, en el que dos gentiles y asépticos jóvenes blancos torturaban y mataban por diversión a una familia. Pero aun en ese terreno, la segunda película de Amat Escalante como realizador marca diferencias y exige no confundirse; sus personajes no son asesinos, no son facinerosos y no se deleitan en la violencia.

La suyano es, pues, una reflexión sobre la violencia brutal y cotidiana ni un ensayo sociológico sobre las elecciones de los paisanos mexicanos frente a la mala paga en empleos temporales al otro lado de la frontera. Quiero creer que no hay un discurso ideológico detrás de ese final abrupto y estremecedor, que lo que hay ahí es una historia de dos jóvenes que salieron a trabajar en lo que pudieron.

 
 
 
 
  
       

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