BIRDMAN

DIRECCIÓN: Alejandro González Iñárritu
TÍTULO ORIGINAL: Birdman (2014)
PAÍS: Estados Unidos, Canadá
GUION: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris, Armando Bo
FOTOGRAFÍA: Emmanuel Lubezki
MÚSICA: Antonio Sánchez
DURACIÓN: 119 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Si hubiera que juzgar Birdman sólo por sus logros técnicos, la película es una maravilla. Escenas largas, tomas sostenidas, acción continua que crean la ilusión de un solo plano secuencia de dos horas en las cuales el mexicano Alejandro González Iñárritu rompe con un pasado fílmico marcado por el tremendismo y la sordidez que se pretenden brutal realismo: seres irreales en situaciones límite que cruzan por la pantalla, sufriendo a cada minuto.

Después de cuatro años, González Iñárritu ha vuelto con la más personal de sus historias, en la cual hace las paces consigo mismo, admitiendo su insufrible solemnidad y la imperiosa necesidad que tenía por ser reconocido. Y la mayor virtud del realizador es haber elegido a Michael Keaton como compañero de viaje para este nuevo trabajo.

Keaton (quien hace dos décadas fue Batman) interpreta a Riggan Thompson, un actor que alcanzó fama y notoriedad en los años noventa por personificar a Birdman, superhéroe del que se rodaron tres exitosas películas. Con el tiempo, aquello se volvió un peso, porque el actor con capacidades fue sepultado por el disfraz, convirtiéndolo en una figura de otra generación que sólo es capaz de despertar nostalgia.

Riggan quiere volver, determinado a ganarse nuevamente el respeto de la gente y salir del olvido, así que decide arriesgarlo todo en un montaje teatral en Broadway en el que adapta, dirige y actúa un texto de Raymond Carver: ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? La cámara y el espectador siguen sin descanso al actor por las calles, los pasillos y el escenario del teatro mientras intenta poner en pie su proyecto.

Pero hay un elemento fundamental, el constante diálogo interno que tiene Riggan consigo mismo (con Birdman), mientras la televisión habla de buenos actores (Robert Downey, Jr., Jeremy Renner, Michael Fassbender) que están haciendo fortunas en películas de superhéroes y tiene que enfrentarse a una prensa de espectáculos tan arrogante como estúpida e ignorante. Incluso se ve a sí mismo en un accidente aéreo junto a George Clooney y se pregunta de quién hablará la prensa a la mañana siguiente. No de él.

González Iñárritu incluye en su obra a un personaje fundamental, pese a que sólo aparece un par de veces, una crítica teatral, a la que reprocha con furia contenida sus malas reseñas, a la que le dice que mientras el artista lo arriesga todo, la crítica sólo destruye. Irónicamente, del mismo modo que su personaje central, el director confunde amor con admiración.

Pero al fin hay personajes con dimensión, bien dibujados en el guion e interpretados maravillosamente por actores como Edward Norton y Naomi Watts, capaces de ofrecer registros completamente distintos y creíbles en las extenuantes escenas que tienen sobre el escenario del teatro, haciendo a Carver, y que continúan tras bastidores en su vida llena de intensidades.

Birdman no se limita sólo a Riggan luchando con su alter ego, quien busca sabotearlo, hacerlo renunciar; la cinta cuenta historias mínimas, trayectorias de vida a través de cada personaje. La cámara de Emmanuel Lubezki hace su propia propuesta narrativa, acompañada de una banda sonora —en su mayor parte una batería de Antonio Sánchez— que desde los créditos iniciales va imponiendo un ritmo a veces frenético.

Estamos ante un ensayo no exento de humor sobre el narcicismo de quienes persiguen furiosamente el aval de los otros como creadores de un arte genuino, el reconocimiento de un autor que abre su película con una frase que resume el deseo de cada uno de sus personajes y probablemente de él mismo: “Considerarme amado, sentirme amado sobre la tierra”.

 
 
 
 

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