Héctor Campio López | @campiolopez
La directora Mira Nair es una narradora talentosa. En poco más de dos horas, desarrolla la saga generacional de una familia india que emigra a Estados Unidos. El buen nombre (The Namesake) trata sobre la adaptación y adopción de los hábitos que dicha familia debe enfrentar para integrarse a la sociedad norteamericana.
La narración dista del tono autocompasivo, lugar común en las películas sobre inmigrantes. Asimismo, la discriminación racial sólo aparece de manera tangencial y no como eje central de los conflictos que vive la familia Ganguli. El melodrama integra también episodios cómicos, románticos y trágicos.
Los jóvenes Ashoke (Irrfan Khan) y Ashima (Tabu) se casan y salen de Calcuta en la década de los setenta para establecerse en Nueva York. El cambio afecta a la joven Ashima, quien considera la ciudad un lugar frío, gris y solitario, aunque intenta vivirlo de la mejor manera posible al lado de su esposo.
Llegan los hijos: Gogol (Kal Penn) y Sonia (Sahira Nair), la primera generación de la familia nacida en Estados Unidos. Ambos jóvenes crecen según los estereotipos gringos. Vemos a Gogol fumando marihuana y escuchando música estridente en su habitación. Sonia no porta más el traje tradicional de las mujeres indias.
La crianza de los jóvenes dentro de la cultura norteamericana los enfrenta a problemas de identidad. Se trata del choque cultural que enfrenta las creencias antiguas contra las nuevas y que abre aún más la brecha generacional que separa a los padres de los hijos. Es Ashima, mujer apegada a las tradiciones de su pueblo, quien más resiente las circunstancias.
En su primera visita a la India, los jóvenes se encuentran con un país desconocido, exótico, completamente alejado de su lugar de nacimiento. La directora juega con los contrastes que supone la diferencia cultural: costumbres, indumentaria, paisaje urbano, sonidos, música y colores.
Durante la mitad de la película, la atención se centra en el matrimonio Ganguli, en la prosperidad económica que consigue en Estados Unidos y el lazo afectivo que llega a unirlos (se trata de un matrimonio arreglado). La segunda parte aborda la vida de Gogol: su juventud universitaria, sus relaciones sentimentales con una rubia norteamericana de clase acomodada y con una sofisticada bengalí.
En el marco de una industria cinematográfica avasallante que estandariza las miradas y voces con el pretexto globalizador, esta cinta (coproducida por India y Estados Unidos) propone un vistazo a las tradiciones, costumbres y creencias locales que enfrentan, en todo el mundo, procesos de autocuestionamiento e hibridación. El buen nombre, debe su título a la anécdota que explica por qué el primogénito de los Ganguli se llama Gogol. |