CAMINO A LA LIBERTAD

DIRECCIÓN: Peter Weir
TÍTULO ORIGINAL: The Way Back (2010)
PAÍS: Estados Unidos, Emiratos Árabes, Polonia
GUION: Keith R. Clarke, Peter Weir; inspirado en la novela The long walk: The true story of a trek to freedom, de Slavomir Rawicz
FOTOGRAFÍA: Russell Boyd
MÚSICA: Burkhard Dallwitz
DURACIÓN: 133 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

La más reciente cinta del australiano Peter Weir es una agonía de más de dos horas, una historia de supervivencia de siete hombres que después de escapar de un Gulag en Siberia, recorren unos 6 mil 500 kilómetros a pie para no caer en las manos del camarada Stalin.

Con una puesta en imágenes elíptica que salta entre los momentos más angustiantes de una huida que implica caminar sin agua ni alimento por la estepa siberiana, el desierto de Mongolia y los Himalayas, hasta la India, Camino a la libertad se distingue por su tono sobrio, centrado siempre en el drama de la resistencia contra el clima extremoso y los elementos, sin postular ninguna clase de discurso político, excepto la reivindicación de la libertad.

Sus personajes conforman un grupo variopinto. Nadie sabe nada de los otros, pero cada uno juega un papel estereotipado, o mejor dicho un arquetipo que va sirviendo a los fines del colectivo. Janusz (Jim Sturgess) es el líder y brújula de todos; Smith (Ed Harris), la experiencia, y Valka (Colin Farrell) viene a ser el espíritu indómito, mientras otros se constituyen en otras partes humanas como el humor, el alma religiosa y aun el arte.

En la historia de Peter Weir irrumpe inevitablemente la mujer (Saoirse Ronan), pero no como madre ni objeto de pasiones, sino como hilo de comunicación entre los viajeros, a quienes les permite mostrar su lado más humano.

Fuera de los primeros minutos, en los que el enemigo tiene el rostro autoritario de la política penal soviética, en el resto del filme el terror está fuera, más allá de las alambradas de los centros de detención, en los espacios abiertos y los entornos espectaculares, casi sacados de las páginas de National Geographic (que, por cierto, participa en la producción). No hay giros dramáticos; Camino a la libertad se consume en los minutos angustiosos que transcurren entre el último trago de agua, la muerte de uno de los personajes y el hallazgo de otro charco de lodo del cual sorber un poco.

Esta es una película que requiere paciencia, pero que merece el tiempo empeñado en ella.

 
 
 
 
       

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