Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Sobran las historias en las que los ciegos no sólo son vistos como desgraciados impedidos, sino que se asumen como tales. Su existencia miserable sólo se ve transformada con la aparición de un protector/salvador que se encarga de los gastos o bien practica, si es médico, una operación milagrosa con la que le devuelve la vista. La primera luz en los ojos de la desafortunada cenicienta (por lo general, la protagonista es mujer) es la imagen del ser amado; la vista devuelta perfecciona el mundo y lo mejora todo para siempre.

Las cenizas de la luz, del cineasta iraní Majid Majidi, plantea el opuesto de esta premisa. Ciego desde los ocho años, Yussef (Parviz Parastui), un profesor universitario que enseña literatura en la Universidad de Teherán, se ve obligado a someterse a estudios médicos profundos ante la amenaza de un cáncer ocular, los cuales revelan, contra todo pronóstico, que puede recuperar la vista.

Yussef tiene una esposa buena, una pequeña hija encantadora y una casa modesta aunque hermosa, con cuatro árboles y un pequeño estanque. Sus ojos nuevos, sin embargo, le dan un punto de vista diferente de su propia vida; el ver lo lleva a codiciar, a prendarse del rostro de las mujeres jóvenes, a convencerse de que merece más y a experimentar como algo repelente la escena de otros invidentes que se conducen torpemente.

El personaje no sólo descubre la belleza mientras mira en el marco de su ventana el camino de una hormiga que intenta acarrear una hojuela de cereal, sino que es golpeado por la realidad mientras atestigua el acto de un carterista en el metro. Su rica vida interna, construida a lo largo de 37 años de oscuridad es asaltada por imágenes que ya no pasan por el filtro de su imaginación y que lo hacen encarar emociones imposibles de procesar.

A diferencia de muchos retratos de pobreza rural que suelen llegarnos de Irán, el filme de Majid Majidi se desarrolla en una Teherán moderna, urbanizada y ordenada. También confusa. Yussef es un hombre espiritual que pide a DIos una oportunidad para volver a mirar el mundo, pero es la ciencia quien le otorga esa gracia y la que trastoca su forma de entender y de percibir.

Antes de someterse a la operación que le permitirá ver otra vez, el hombre escribe en su cama una oración en Braile que decide guardar entre las páginas de un libro. Cuando llega el momento de admitir que la vista no puede darle una vida completamente nueva y cuando mucho de lo logrado en el pasado ha quedado reducido a cenizas, a Yussef sólo le queda pedir por otro milagro.