LA CHICA DEL DRAGÓN TATUADO

DIRECCIÓN: David Fincher
TÍTULO ORIGINAL: The Girl with the Dragon Tattoo (2011)
PAÍS: Estados Unidos, Suecia, Noruega
GUION: Steven Zaillian; basado en la novela de Stieg Larsson
FOTOGRAFÍA: Jeff Cronenweth
MÚSICA: Trent Reznor, Atticus Ross
DURACIÓN: 158 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Con una propuesta visual diferente, espacios llenos de luz y oxígeno, y un montaje mucho más dinámico que el de la primera cinta de 2009, La chica del dragón tatuado ofrece a diferencia de aquélla dirigida por Niels Arden Oplev una mayor consistencia en el ritmo de su narrativa.

Con apenas algunas variantes en lo argumental, la película coloca en el centro a Mikael Blomkvist (Daniel Craig), un periodista cuya credibilidad se ha desplomado después de una demanda. No obstante lo anterior, Henrik Vanger (Christopher Plummer), propietario de un importante grupo de empresas y patriarca de una familia de hombres de negocios, decide contratarlo para que investigue y aclare el misterioso asesinato de su nieta ocurrido 40 años atrás.

Dada la complejidad del caso, Blomkvist pide que se le permita tener como asistente a Lisbeth Salander (Rooney Mara), una chica, hacker habilidosa, antisocial y de carácter explosivo que ha logrado meterse en sus archivos confidenciales, su vida personal y hacer una investigación exhaustiva de él. A ella, sin embargo, sólo hay un aspecto que puede interesarle de la investigación: el componente de abuso sexual en la historia.

Es ahí donde posiblemente David Fincher se queda corto en su lectura de la novela de Stieg Larsson y donde se establece una diferencia importante con el filme original. Sin debilitar del todo el subtexto sobre misoginia que acompaña el relato completo, sí se advierte un enfoque distinto de la violencia, menos brutal, gráfico y crudo en sus formas, aspectos que definen de manera determinante el vacío que parece seguir a la protagonista femenina.

Fincher y su guionista han decidido, por otro lado, abreviar un poco en el planteamiento de algunos elementos, ir demasiado rápido al principio, para luego detenerse a rescatar aspectos soslayados en la primera versión fílmica, como la relación de Blomkvist con su editora o la de Lisbeth con su tutor, que sólo tendrán sentido si se profundiza en ello en siguientes entregas.

Con sus propias fallas y aciertos, La chica del dragón tatuado tiene vida propia, más allá de la cinta sueca que, aunque competente en su narración, adolecía de una real propuesta estilística. En este caso, es destacable el esfuerzo realizado en la integración del cuadro de actores (sobresalientes Christopher Plummer, Stellan Skarsgård y Robin Wright en los roles secundarios), particularmente por la inclusión de Daniel Craig, quien aporta a su personaje rasgos que en la interpretación de Michael Nyqvist se antojaban poco creíbles. Por su parte, aunque más delicada y visiblemente más frágil, la joven Rooney Mara desaparece hasta volverse irreconocible en la personificación de Lisbeth Salander.

Prácticamente al final del filme, alguien dice que todos tenemos pulsiones y la diferencia entre unos y otros es que algunos necesitan más toallas para satisfacerlos. Una de las características de los grandes asesinos (Zodiaco de Fincher, por ejemplo) es que no se les detiene y por lo tanto son inexplicables en sus motivaciones. Esta película, me temo, no alcanza ese grado de sordidez que inquieta.

 
 
 

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