CINCO DÍAS SIN NORA

DIRECCIÓN: Mariana Chenillo
TÍTULO ORIGINAL: Cinco días sin Nora (2008)
PAÍS: México
GUION: Mariana Chenillo
FOTOGRAFIA: Alberto Anaya Adalid
MÚSICA: Darío González Valderrama
DURACIÓN: 92 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Sin pretender parecerse a otras comedias étnicas en las que los atavismos, el arraigo a las tradiciones y las diferencias culturales determinan el conflicto, Cinco días sin Nora es una de esas películas de gusto agridulce, que hablan sobre sentimientos como la pérdida, la pertenencia, y que encuentran auténtica calidez en los elementos más sencillos de su historia.

Después de 14 intentos fallidos de suicidio, la Nora del título (Silvia Mariscal) se dispone a intentarlo una última vez, resuelta a que esta ocasión sea la definitiva. Separada de su marido, José Kurtz (Fernando Luján) desde hace 20 años, con un hijo casado, padre de dos niñas que ha creado fuertes vínculos con la familia de su esposa, la mujer parece determinada a que su muerte esté llena de significado.

José, el primero en enterarse del hecho, descubre que su exmujer ha planeado todo meticulosamente; lo ha hecho de tal forma que aun cuando la ley judía exige sepultar a los muertos tan pronto como sea posible, ella ha escogido la víspera de la festividad de Pésaj para quitarse la vida, lo que aunado a la llegada del Shabat hará imposible realizar su funeral antes de cinco días. José va descubriendo que la difunta se las ha arreglado para seguir controlando la vida de todos a su alrededor, aun después de haberse ido, y él no piensa permitírselo.

La cinta de la debutante Mariana Chenillo muestra un respeto palpable por la tradición hebrea que mira al humano como algo sagrado, pero se muestra dura y crítica con las inflexibles burocracias religiosas que fincan en las reglas anacrónicas su pequeña parcela de poder. Uno de sus personajes, el rabino Jacowitz, encarna ese judaísmo rancio que reclama reverencial respeto, que aparenta ser celoso guardián de la Ley, pero que hace excepciones con los miembros acaudalados de la comunidad.

En la otra orilla se encuentran Fabiana, la fiel y terca sirvienta católica, y el propio José, un agnóstico, provocador, quien en busca de afrentar a esos representantes de la ortodoxia religiosa, los convida a una pizza de jamón, salami y tocino. Con estos detalles profanos, la directora construye una irreverente y divertida comedia negra, probablemente demasiado cáustica en su mirada de una comunidad conservadora, señalando sus grandes defectos, poniendo el dedo con fuerza sobre su carácter temperamental.

El acercamiento entre seres queridos que Nora parece haber buscado originalmente en su elaborado acto de escapismo, la deseada reunión de su pequeña familia judía, desperdigada y afanada en asuntos menos importantes, sucede sin traicionar lo que cada personaje va mostrándonos durante el filme (una buena historia no podría permitirse otra cosa).

Como buena practicante, Nora entiende que suicidarse le impedirá descansar entre los judíos honorables y la condenará a un rincón del cementerio, junto a los criminales. Sin embargo, su última elección es renunciar a la honra de la gente respetable y ser recordada sólo por aquellos a quienes ella ha escogido. Nada podría ser más subversivo.

 
 
 
 
       

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