CLOVERFIELD: MONSTRUO

DIRECCIÓN: Matt Reeves
TÍTULO ORIGINAL: Cloverfield (2008)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Drew Goddard
FOTOGRAFÍA: Michael Bonvillain
DURACIÓN: 85 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

De haber sostenido el ritmo que muestra durante los primeros 40 minutos, Cloverfield habría borrado fácilmente los recuerdos de asombro y expectativa que en su momento generaron cintas de amenazas inciertas y destrucción a gran escala como El Día de la Independencia o Godzilla.

La mayor propuesta de esta cinta se reduce, acaso, a la mirada subjetiva de uno de los personajes, quien, cámara en mano intenta documentar los últimos momentos en América de su mejor amigo, quien está por irse a Japón y a quien le han organizado una gran fiesta de despedida.

Con una vista nocturna de Nueva York como escenario, algo —no sabemos qué— ataca la ciudad, reviviendo no sólo las imágenes del World Trade Center en llamas, antes de venirse abajo, sino evocando el viejo pánico de una guerra nuclear librada en Occidente, mientras decenas de aviones caza surcan los cielos de Manhattan.

Esa primera mitad de la cinta cumple estupendamente con una de las mayores premisas del terror: no hay nada que genere más miedo y tensión que aquello que no se ve. La idea de una persona que graba sabiéndose en medio de un hecho trascendental, al mismo tiempo que intenta mantenerse a salvo, no es solamente efectiva, sino que además vuelve verosímil lo que de sí parecería un despropósito.

Lo que trato de decir es que esos 40 primeros minutos de Cloverfield funcionan justamente como el testimonio encontrado, mucho tiempo después, de lo que vivieron algunos habitantes de un área que se supone fue devastada —algo muy similar a lo que se logró en El proyecto de la bruja de Blair, con las supuestas cintas halladas en la zona donde los jóvenes se perdieron.

Por lo tanto, uno no tendría que encontrar mayor interés en la vida familiar y amorosa de este puñado de banales neoyorkinos a los que vemos correr, intentando salir vivos. Desgraciadamente, la idea de los realizadores es diferente y terminan embarcándonos a todos en una trama paralela en la que lo importante ya no es la sobrevivencia, sino las confesiones amorosas y el sacrificio heroico de cómic.

Con todo, este proyecto tan largamente esperado y tan bien trabajado en su parte publicitaria, no deja de tener sus virtudes respecto a otras cintas del género, pues si bien algunos considerarán que existe un abuso en el recurso de la cámara en mano, esto permite mantener la idea de indefensión; nunca vemos con claridad la amenaza ni vemos jamás la salida.

Amén de los efectos visuales, que se convierten en parte fundamental del filme, por cuanto lo mantienen dentro de parámetros realistas, algo que debe agradecerse a Cloverfield, es haber eliminado uno de los más grandes clichés de estos thrillers de ciencia-ficción: la inclusión providencial de un científico que nos dé una explicación satisfactoria.

Pero insisto, si estamos pretendiendo que hemos encontrado un documento de valor histórico-periodístico, la vida de estos veinteañeros de Central Park, sus escarceos románticos y sus pueriles arrojos sólo pueden ser mirados con un infinito desdén.

 
 
 
 

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