EL CÓDIGO DA VINCI

DIRECCIÓN: Ron Howard
TÍTULO ORIGINAL: The Da Vinci Code (2006)
PAÍS: Estados Unidos, Francia, Reino Unido
GUION: Akiva Goldsman; basado en la novela de Dan Brown
FOTOGRAFÍA: Salvatore Totino
MÚSICA: Hans Zimmer
DURACIÓN: 149 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Desde su estreno en Cannes, la crítica ha sido contundente y demoledora con El Código Da Vinci. Me quedo con la primera frase de la reseña que Peter Travers escribió para Rolling Stone esta semana: no hay código por descifrar.

Adaptada del best seller de Dan Brown, cuyas ventas han rebasado los 50 millones de ejemplares por todo el mundo, la cinta de Ron Howard es un apretadísimo recuento de la obra literaria, apresurada en sus primeros minutos, pero lenta y cansada en conjunto.

Con algunas diferencias en su conclusión, la novela y la versión fílmica usan la misma premisa. Robert Langdon (Tom Hanks), un experto en simbología de la Universidad de Harvard se encuentra en París al mismo tiempo que Jacques Sauniére, un veterano curador del Louvre es asesinado. Junto con Sophie Neveu (Audrey Tautou), una agente experta en criptología de la policía francesa, nieta de Sauniére, el investigador descubre en torno al crimen una serie de pistas escondidas que se conectan con los trabajos de Leonardo Da Vinci y que involucran un secreto acerca de los primeros años del cristianismo y de la base misma en la que fundamenta su poder la Iglesia Católica. El Opus Dei, la ultraconservadora organización católica, entra en escena como guardiana del secreto, dispuesta a hacer todo lo que sea necesario para evitar que la información salga a la luz.

Con todo, no hay enigma alguno detrás de la historia que no haya sido abordado antes. Si bien puede destacarse el trabajo descriptivo de Brown en su novela y su puntual examen de la obra más controversial de Da Vinci, los elementos que construyen la conspiración son suficientemente públicos desde décadas atrás.

Cualquier persona que medianamente haya leído el material reciente, publicado por National Geographic acerca del Evangelio de Judas, sabrá que las referencias al contenido de los llamados evangelios apócrifos —entre ellos los evangelios gnósticos hallados en Nag Hammadi— están lejos de ser una revelación.

El Código Da Vinci es una novela que sólo podría cautivar a lectores criados en la cultura de lo efímero, de las ideas premasticadas y las verdades acabadas como las conspiraciones extraterrestres y las profecías apocalípticas. El más grande defecto de la cinta es, por el contrario, su falta de imaginación y su incapacidad para crear secuencias de suficiente expresividad y elocuencia que permitan comprender el relato.

Existe un gran apremio en el planteamiento de la historia a partir del crimen que le da origen, se omiten los detalles que delinean el carácter de los personajes y que explican su conexión con los acontecimientos.

A diferencia del papel, aquí los personajes parecen paradójicamente desdibujados, sin dimensión. La mirada de la cámara es apenas superficial cuando repara en la ciega obediencia de Silas (Paul Bettany), el oscuro miembro del Opus Dei que busca impedir que la Iglesia sea dañada; la vehemencia y la rigurosidad de Robert Langdon son nada... Jean Reno, Alfred Molina, Audrey Tautou, Ian McKellen. nadie, absolutamente nadie parece estarse jugando nada en la cinta, simplemente porque ningún personaje está desarrollado en el guion.

Se ha señalado que la mayor debilidad de esta adaptación son las conversaciones tan cerca del tedio que se desarrollan durante minutos y minutos. Lo cierto es que los diálogos tratan de suplir lo que el director no puede poner visualmente en pantalla; cuando no puede, entonces hay que hacer de la película una exposición con diapositivas. Lo grave del caso es que el guionista Akiva Goldsman se toma la libertad de ir más allá de la propia novela y pasa de la especulación a la invención con un diálogo desafortunado en el que se sugiere que el llamado Evangelio de María Magdalena habría sido escrito por ella misma (juro que más de uno miró a su compañero de butaca, preguntando con la mirada si eso podría ser cierto. A propósito, no, no es cierto).

Dónde está la controversia y dónde está el misterio de todo esto. Cuál es el mérito del best seller y de la película. Honestamente no lo sé. Habrá quien diga que El Código Da Vinci ha llevado a la gente a los libros, pero eso es tanto como decir que Andrea Bocelli ha acercado a la gente a la ópera. Por Dios.

 

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