CRIMEN PERFECTO

DIRECCIÓN: Gregory Hoblit
TÍTULO ORIGINAL: Fracture (2007)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Daniel Pyne, Glenn Gers
FOTOGRAFÍA: Kramer Morgenthau
MÚSICA: Mychael Danna, Jeff Danna
DURACIÓN: 113 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Si Crimen perfecto logra ser más que un genérico thriller legal, se debe, sin duda, a los roles protagónicos del joven Ryan Gosling y el experimentado Anthony Hopkins. Sobre todo, porque varios elementos alrededor de ellos fallan: subtramas que sirven para abultar el tiempo de pantalla, pero que aportan poco en el desarrollo de los personajes y de la historia; inconsistencias que no pueden pasarse por alto, y algunos clichés moralinos que suelen acompañar a las cintas de redención.

Ted Crawford (Hopkins) es un ingeniero en aeronáutica, de ingenio excepcional, que tras descubrir un affaire de su esposa decide esperarla y dispararle a sangre fría. El tipo permanece en la escena del crimen hasta la llegada de la policía, a la cual se entrega con una confesión firmada.

Para Willy Beachum (Gosling), un talentoso abogado cuya carrera como fiscal del Estado le ha valido la contratación de una firma privada, el caso no representa sino un proceso que terminará con una sentencia condenatoria, así que decide hacerse cargo de él antes de incorporarse a su nuevo empleo.

Contra todo pronóstico, durante su primer encuentro en la corte, Crawford hace pedazos al abogado y a sus testigos de cargo, no sólo devolviendo el caso al punto de inicio, sino arrinconando a sus acusadores ante la estupefacción de la propia juez.

Durante un largo tramo del largometraje Ryan Gosling desempeña un rol algo estereotipado (varias veces representado por Ben Affleck o Keanu Reeves), como el profesionista en pleno ascenso que encuentra un obstáculo que cambia toda su vida camino a los grandes contratos de millones de dólares.

Pero hay algo en la interpretación del actor canadiense que encuentra su balance en la interacción con Hopkins, quien no había acometido un papel con tanta ferocidad y perverso goce desde su último Hannibal Lecter. La brillantez de este Ted Crawford radica en su capacidad de abstracción de los problemas, en su habilidad para simplificar, para discernir y reproducir el funcionamiento de intrincados mecanismos, así como sus debilidades.

Es por eso que todo adquiere sentido cuando en su primer encuentro cara a cara, el hombre mira a su acusador y le advierte haber encontrado su mayor flaqueza: "Eres un ganador", le dice.

La trama, sin embargo, se vuelve pesada mientras el director intenta mostrar aspectos que, se supone, profundizan en el carácter de los personajes. El romance de Beachum con su jefa (Rosamund Pike, preciosa) o esta suerte de falso dilema moral que implica rechazar el empleo en un poderoso corporativo para cumplir con un deber profesional, más allá de introducir elementos que enriquezcan o bien se constituyan en remansos del choque entre los antagónicos, parecen irrelevantes al hacer el balance final.

Por encima de todo ello, prevalece el juego de guiños entre los personajes, los intercambios verbales entre ambos y la inteligencia esforzada de un guion que guarda sorpresas hasta el final y que no requiere más de un disparo de arma de fuego para mantener ocupada a su audiencia.

 
 
 
 

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