LAS CRÓNICAS DE SPIDERWICK

DIRECCIÓN: Mark Waters
TÍTULO ORIGINAL: The Spiderwick Chronicles (2008)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: John Sayles, Karey Kirkpatrick, David Berenbaum; basado en las novelas de Tony DiTerlizzi y Holly Black
FOTOGRAFÍA: Caleb Deschanel
MÚSICA: James Horner
DURACIÓN: 96 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Las épicas infantiles han dejado de generar genuino entusiasmo a fuerza de repetir una y otra vez la misma idea, apenas con ciertos giros argumentales que permiten distinguir una cinta de otra.

De Las crónicas de Narnia a Las crónicas de Spiderwick, pasando por La brújula dorada, podría decirse que hemos visto películas sumamente imaginativas en lo visual, pero marcadas por un mismo hilo argumental: niños cuyo destino es devolver el equilibrio y la paz a un universo maravilloso de maldad y bondad en el que se ven forzados a entrar.

Sin embargo, la forma en que esta película arriba a ese mundo tiene más de caprichosa que de otra cosa. Arthur Spiderwick (David Strathairn) es una suerte de botánico y entomólogo que dedica su vida a integrar un enorme catálogo de flora y fauna fantásticas, proceso durante el cual desata el interés de un ogro (Nick Nolte) por su trabajo. Sin que sepamos por qué, el libro desencadena un hechizo que hace que las extrañas criaturas comiencen a intervenir en la vida de los humanos.

Sesenta o setenta años después, vemos entrar en escena a Jared, su hermano gemelo Simon (ambos interpretados por Freddie Highmore), su hermana Mallory (Sarah Bolger) y la madre de los tres (Mary-Louise Parker), quienes acaban de mudarse a la vieja casa de Spiderwick. El investigador, según nos enteramos, es su tío bisabuelo.

El más rebelde de la familia, Jared, quien aún se resiste a aceptar la separación de sus padres, es curiosamente quien encuentra el libro y quien desencadena una nueva guerra entre el bien y el mal, unos por poseer y otros por mantener a salvo los secretos que hay dentro de él. En ese punto, la fantástica historia se convierte predeciblemente en un alarde de efectos especiales y un pequeño catálogo de extrañas bestias animadas por computadora.

La aventura en la que terminan involucrados los tres hermanos carece de sorpresas y de mayores alcances —toda la batalla se libra en el jardín de la casa— para ser verdaderamente interesante. Todo el conflicto radica en la extinción de un mundo que nadie ve y que nadie sabe que existe.

Detras de Las crónicas de Spiderwick hay ilusión, pero no hay magia que permita ver la cinta como un producto de valor perdurable. Lo derivativo de su trama, su falta de solidez argumental y su falta de ambiciones, dejando a los efectos especiales la tarea de hacer crecer la historia, no ayudan sino a volverla una cinta infantil promedio.

Según su director, Mark Waters, a lo largo de los 97 minutos que dura el filme es posible advertir una subtrama interesante: "El viaje mágico, y a menudo peligroso, que realizan" los personajes, "les permite descubrir que son mucho más fuertes de lo que creían, no sólo individualmente, sino también como familia". ¿Pero cuántas veces no hemos visto eso?

 
 
 
 

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