DIOS O DEMONIO

DIRECCIÓN: Alejandro González Padilla
TÍTULO ORIGINAL: I love Miami (2006)
PAÍS: México, España
GUION: Mónica Abin, Alejandro González Padilla
FOTOGRAFIA: Luis M. Robinson, Fabián Monroy
MÚSICA: Héctor Ruiz
DURACIÓN: 95 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Después de sobrevivir a un atentado a bordo de un yate y llegar a las costas de la Florida como un balsero más, Fidel Castro se refugia en un restaurante de la Calle Ocho, propiedad de una familia cubano-americana, la cual le da trabajo como mesero. Pero el escarnio del dictador sólo queda completo cuando por necesidades de la historia, guionista y director deciden vestirlo con una ridícula camiseta con la leyenda "I love Miami".

Dicho lo anterior, me gustaría saber de qué demonios habla el debutante Alejandro González Padilla cuando presume que su trabajo Dios o demonio es producto de cuatro años de investigación sobre Cuba y la Revolución.

Es falso que su cinta humanice al dictador (a no ser que alguien crea que los rasgos ficticios que se le atribuyen aportan en algo al conocimiento del personaje). Partiendo de que todo está montado sobre la idea de una situación imaginaria, cualquier reflexión o juicio sobre el papel histórico de Castro a partir de lo que uno ve en pantalla (incluyendo el tramposo título en español del filme) es un absurdo.

Los breves testimonios de Huber Matos y Alina Fernández, hija del presidente cubano, no son suficientes para darle profundidad al líder de la Revolución. Nada en esta película permite entender, ni de cerca, eventos recientes como el drama de los balseros de 1993 y 1994, aunque el trabajo incluya una dedicatoria a ellos.

La historia misma no termina de definirse. Por un lado, hay un esbozo de thriller con un contenido político superficial, y que al final sólo parece insertado dentro de una telenovela irrelevante sobre una familia del exilio.

Es cierto que Juan Luis Galiardo logra una caracterización muy convincente del comandante, pero sin un guion que explote las posibilidades de esto, el esfuerzo queda en una parodia más bien triste, sobre todo porque la mayor audacia consiste en escuchar a un grupo de mexicanos imbéciles, contando chistes denigrantes sobre cubanos, mientras Fidel nos trata como un hatajo de ignorantes.

Lamento esto, pero Dios o demonio tiene un entendimiento tan profundo de Cuba como El Show de Cristina; su versión humanizada del dictador es, en todo caso, producto de una fantasía de cuatro años, más que de realidades o estudio, a lo cual se suman una limitadísima visión sobre el exilio y una intriga inverosímil.

Yo puedo transigir con Jaime Camil en que varias cintas valiosas son sacadas de cartelera tras su primer fin de semana, antes de que la gente haya tenido suficiente tiempo para juzgarlas. En el caso de este largometraje, debo decir que le deseo una muerte rápida y silenciosa; honestamente creo que nadie va a echarla de menos.

 
 
 
 
 
       

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