EL DISCURSO DEL REY

DIRECCIÓN: Tom Hooper
TÍTULO ORIGINAL: The King's Speech (2010)
PAÍS: Reino Unido, Australia, Estados Unidos
GUION: David Seidler
FOTOGRAFIA: Danny Cohen
MÚSICA: Alexandre Desplat
DURACIÓN: 118 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

En apariencia una cinta histórica sobre un monarca para quien la responsabilidad que lleva sobre los hombros resulta demasiada, El discurso del rey es más una historia acerca de los momentos de grandeza de los que son capaces los hombres sencillos, una vez que las circunstancias se presentan ante ellos.

Ubicada en el periodo entre guerras, la cinta de Tom Hooper se ocupa del ascenso al trono del George VI (Colin Firth), luego de la muerte en 1936 de su padre el rey y la abdicación de su hermano, el heredero natural y primero en la línea de sucesión. Con un problema severo de tartamudez que parece incapacitarlo para ser un verdadero líder, el nuevo rey encuentra ayuda en Lionel Logue (Geoffrey Rush) un terapeuta de lenguaje poco ortodoxo, que además carece de credenciales.

La cinta se desarrolla mayormente como una agradable comedia de dos en la que el hombre de origen humilde impone como condición para hacer bien su trabajo, la transgresión del protocolo real que hace al noble de sangre azul convertirse en su igual. Se trata, pues, de una fábula sobre el orgullo personal y el coraje para cambiar, despojada de toda solemnidad pero no exenta de momentos conmovedores en la relación entre los personajes.

Más allá del valioso trabajo de ambientación hecho por el equipo de producción —aquí me apropio de una idea de Peter Travers—, es justo decir que cada una de las escenas entre Firth y Rush podrían alcanzar las mismas alturas sobre el escenario de un teatro, con muchos menos elementos visuales a la mano. Baste la íntima secuencia en la que el rey lee el mensaje en el que anuncia a su pueblo el inicio de la guerra contra Alemania, mientras su amigo y terapeuta va marcando los silencios y las pautas como un director de orquesta.

Justo ahí se encuentra la relevancia histórica de El discurso del rey. En el contraste marcado por las escenas en las que, febril, Hitler exhibe un talento natural para enardecer a una multitud, mientras en Londres, George intenta encontrar su voz para inspirar a su gente con lo que en los hechos constituía un enorme acto de valentía personal.

 
 
 
 
       

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