DOS POR EL DINERO

DIRECCIÓN: D.J. Caruso
TÍTULO ORIGINAL: Two for the Money (2005)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Dan Gilroy
FOTOGRAFIA: Conrad W. Hall
MÚSICA: Christophe Beck
DURACIÓN: 122 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Dos por el dinero tiene el peor de los defectos para una cinta de su tipo. Su tema son las apuestas, la obsesión por el juego y la imposibilidad de parar aun cuando las ganancias parecen “suficientes”.

Su protagonista, Walter Abrahams (Al Pacino) es la cabeza de un servicio de asesoramiento de apuestas deportivas por teléfono y un adicto al juego que ha logrado rehabilitarse. Como nadie, él sabe que el placer no está en ganar; el motor para seguir arriesgando es la derrota y el momento previo al resultado definitivo, cuando los dados aún corren sobre la mesa y la ruleta gira.

A pesar de ello, la cinta de D.J. Caruso carece del elemento más importante: la adrenalina. Con todo y las actuaciones de Pacino, Matthew McConaughey y Rene Russo, la historia no alcanza a transmitir esa extraña euforia de sentirse vivo y ganador que experimentan los apostadores. Hay, eso sí, una constante tendencia por la autodestrucción que los lleva a tomar pésimas decisiones.

McConaughey interpreta a Brandon Lang, un exjugador de futbol americano que tiene habilidad para pronosticar resultados deportivos con una efectividad notable, lo que lo hace sumamente atractivo para un tipo como Abrahams, quien no duda en llevarlo a su equipo y en convertirlo en su aprendiz. Éste no sólo intenta enseñarle el oficio, sino que le da toda una nueva personalidad que lo proyecta a la televisión convertido en John Anthony.

Este John Anthony parece infalible, sus resultados llegan a ser atinados en ciento por cien, pero en todo momento queda claro que el talento del joven no se debe precisamente a un don. Pasa que luego de vivir tanto tiempo en el mundo del deporte conoce el juego, conoce a los jugadores y a los equipos. Simplemente un día las diosas del juego parecen abandonarlo y sus pronósticos se vuelven un asco.

Ahí es donde la historia pierde fuerza, porque no hay exactamente un conflicto en lo que sucede. Lo que mantiene a flote todo es la estrepitosa caída del maestro y el alumno, el verlos perder una y otra vez confiados en algo que no existe: la capacidad de ver el futuro.

Por lo que hace a lo demás, no hay reflexión alguna, no hay claridad acerca de lo que los protagonistas quieren lograr en realidad; John no es exactamente un hombre ambicioso y Walter tiene una hermosa familia, además de que a final de cuentas la mayoría del tiempo son otros quienes arriesgan su dinero.

Por momentos, el enfrentamiento de los personajes se antoja inminente y uno espera la reedición del choque entre Pawl Newman y Tom Cruise en El color del dinero, pero esto no sucede, porque todo se agota en un extraño discurso sobre no olvidar quién eres y qué es lo verdaderamente importante en la vida.

Quizás el momento más significativo está en la secuencia en que Brandon simplemente pregunta a un empleado sobre su favorito en el juego del domingo para determinar quién será el ganador, logrando su mejor récord, lo cual no hace sino demostrar que no se puede tener control de todo, que siempre hay un margen de incertidumbre y que no se puede apostar todo a una jugada.

 
 
 
 
       

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