ENEMIGOS PÚBLICOS

DIRECCIÓN: Michael Mann
TÍTULO ORIGINAL: Public Enemies (2009)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Ronan Bennet, Michael Mann, Ann Biderman; basado en la novela de Bryan Burrough
FOTOGRAFIA: Dante Spinotti
MÚSICA: Elliot Goldenthal
DURACIÓN: 140 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Siempre eficaz, Michael Mann es probablemente uno de los mejores realizadores de cine criminal de las últimas dos décadas. Más allá del lugar que hoy ocupen filmes como Collateral o Miami Vice junto a mejores trabajos en su filmografía, es un hecho que tiene un instinto especial para combinar suspenso y acción en secuencias que generalmente sólo aportarían una cuota de espectacularidad.

Enemigos públicos, su más reciente cinta, se suma con recursos y un reparto de primera línea a una lista de trabajos de menos alcances y presupuesto sobre la carrera criminal de John Dillinger, célebre ladrón de bancos de la época de la Gran Depresión, y la cacería emprendida por Melvin Purvis, agente del naciente FBI, cuya unidad terminó con la leyenda.

Dotado con una banda sonora estupenda, que es a la vez atmósfera y vínculo entre los personajes, y una edición de sonido que hace de los enfrentamientos más que una experiencia aturdidora, el filme tiene una calidad innegable, pero tiene en contra un desarrollo de personajes que en algún punto queda incompleto. Uno sabe que en Enemigos públicos no encontrará violencia embellecida y magnificada por el arte digital porque a final de cuentas el énfasis está puesto en las personalidades, sin embargo, resulta imposible encontrar el pathos detrás de cada una de ellas.

Aunque puede adivinarse cierta trayectoria ya recorrida por Dillinger (Johnny Deep) al inicio del relato, y si bien se van revelando sus afectos y pulsiones conforme éste avanza, uno se mantiene distante del personaje. Pese a la espléndida actuación de Deep, el gángster es demasiado esquemático y frío; no hay rasgos o emociones que permitan identificarse con él ni entender del todo la relación de estrecha hermandad que parece tener con algunos miembros de su banda.

Lo mismo pasa con su antagonista, el agente Purvis (Christian Bale), sereno, calculador y de una pieza, aunque al mismo tiempo pragmático y por lo mismo, moralmente ambiguo. El enfrentamiento entre ambos —que se antoja inevitable desde que uno y otro aparecen en escena— no termina por alcanzar la magnitud que merece su desempeño actoral; es inevitable advertir que entre Dillinger y Purvis hay demasiados personajes para ver consolidado un gran duelo cinematográfico de dos.

Es cierto que Michael Mann no logra tampoco consolidar la idea de época. Pese al trabajo esmerado de ambientación, no logra crear la idea de que estamos en los tempranos treinta, en medio de la desesperación económica de miles. No obstante, no hay que confundirse: el conjunto es sumamente satisfactorio; Enemigos públicos podría ser pese a sus defectos una de las mejores cintas del año por lo que logra de manera integral; un relato intenso con momentos emotivos e incluso sutiles homenajes al cine de la época.

 

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