Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

No es infrecuente ver la historia del hombre poco ejemplar al que las circunstancias lo obligan a recomponer su vida y asumir el papel de cabeza de una familia que no es la suya. Al menos dos cintas de la directora danesa Susanne Bier se ocupan del tema. Una de ellas la conocimos en México con el título Lo que perdimos en el camino (2007); la otra es Brødre (2004), en la cual se basa esta versión estadounidense.

Tal como lo establece el título, la cinta se enfoca en dos hermanos, Sam (Tobey Maguire), un oficial de la Marina, hijo, esposo y padre modelo, a punto de ser enviado a Afganistán, y Tommy (Jake Gyllenhaal), un exconvicto al que la familia reprocha todo el tiempo no ser tan bueno ni tan perfecto. No obstante, los papeles cambian cuando Sam es capturado en combate y el hermano repudiado asume un rol más activo como soporte emocional de la esposa e hijas de éste.

El director Jim Sheridan subraya un melodrama familiar en el que se percibe auténtica calidez en la interacción de los personajes, pero se nota falto de intensidad a la hora de recrear el infierno que supuestamente vive el joven soldado en manos de un grupo fundamentalista musulmán. El mayor drama, que debería provenir del regreso del frustrado héroe de guerra y su reinserción en el núcleo familiar, se queda en una nota sociológica, representada no con suficiente convencimiento, sobre las cicatrices emocionales que quedan en los combatientes.

El capítulo más relevante de Entre hermanos es la elección de su reparto. La evolución que muestra Gyllenhaal es notable y dota de verosimilitud al tránsito de su personaje de un pobre diablo menospreciado a un adulto que ha logrado revalorarse con su propio esfuerzo. El desempeño de Natalie Portman, Bailee Madison y Taylor Geare, en el papel de la esposa e hijas del marine estadounidense, merecen también la mención; son ellas quienes llevan el peso de los momentos conmovedores y están prácticamente todo el tiempo en el centro del drama.

Es la falta de consistencia en la conducción de Sheridan en diferentes momentos del relato, lo que termina por dejar al público indiferente respecto al conflicto interno de Sam y su futuro mientras intenta volver emocionalmente de una experiencia traumática. Esto no debería ser así; la construcción de personajes complejos incluye también el generar empatía por todos ellos y sus problemas, de modo que decantarse por alguno sea mucho más difícil de lo que plantearía cualquier relato maniqueo.