FRAGMENTADO

DIRECCIÓN: M. Night Shyamalan
TÍTULO ORIGINAL: Split (2016)
PAÍS: Estados Unidos, Japón
GUION: M. Night Shyamalan
FOTOGRAFIA: Mike Gioulakis
MÚSICA: West Dylan Thordson
DURACIÓN: 117 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Con algunos tropiezos, M. Night Shyamalan es un realizador consistente en lo que intenta poner en pantalla. Su trabajo en estos años ha sido desdoblar el mundo fantástico que cruza la experiencia humana y lo marca al punto de volverse algo real, en tanto que la gente decide creer en ello. Lo mismo ha tocado temas como la posibilidad de hacer contacto con los muertos, que la vida extraterrestre, los superhéroes, los viejos mitos que aterrorizan a las comunidades o los cuentos para antes de ir a dormir que en las mentes infantiles están llenos de lugares y seres aparentemente tangibles. 

Fragmentado, la más reciente película, penetra por decirlo de manera simplista, en el mundo de la locura, en las creaciones de la mente. Su protagonista, Kevin (James McAvoy), quien tiene trastorno de identidad disociativo o de personalidad múltiple, secuestra a tres adolescentes a quienes mantiene cautivas en un extraño sótano, lleno de habitaciones.

El papel interpretado por McAvoy es tan desconcertante como perturbador; dentro de él conviven 23 personalidades distintas que van mostrándose especialmente en las sesiones con su psiquiatra (Betty Buckley), quien sostiene que los pacientes de este tipo no sólo asumen identidades distintas, sino que cada una de ellas puede tener una fisiología completamente distinta de las otras.

La tensión del relato no está en la posibilidad de las jóvenes de escapar de su cautiverio, lo que queda descartado desde que el filme es aún muy joven, sino la manera en que este hombre multiplicado comienza a hablar del advenimiento de la versión más poderosa de sí mismo a la que llama “La Bestia”.

En Fragmentado se agradece lo impredecible, el velo que se mantiene a los largo de la cinta sobre el auténtico objetivo del secuestro y lo que en la cabeza del protagonista se teje al respecto; acaso un recurso del realizador indio para impedir que el público se anticipe a los hechos.

Hay, sí, un inquietante y permanente estado de peligro y una atmósfera claustrofóbica que impide distinguir el día de la noche. Lo único que puede advertirse en esa semioscuridad es el elemento común que tienen Kevin y Casey (Anya Taylor-Joy), una de sus secuestradas, pues ambos son una suerte de humanos rotos desde su infancia.

Como en los mejores momentos de su carrera, Shyamalan reserva al espectador una vuelta de tuerca que conecta esta pieza con uno de sus trabajos más notables, volviéndose al mismo la promesa de una posible y más que atractiva secuela.

 

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