Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
El cine de Guillermo Arriaga —quiero decir su trabajo como guionista y como director, aunque ésta sea su primera cinta— acusa ya un severo agotamiento, porque lo que antes fue recurso para narrar muchas historias que se encontraban en algún punto, hoy se ha vuelto fórmula para ocultar la ausencia de una trama realmente interesante.
Además de insistir en una narrativa fracturada que funciona como una suerte de firma personal, Arriaga empieza a tener problemas al crear a sus personajes. Ninguno de ellos parece un ser humano real, tratando de funcionar en una dinámica diaria en la que hay días buenos, regulares y malos; se trata de figuras sin dimensión, eternamente atormentadas que sólo saben de diálogos sentenciosos.
El problema es que el realizador crea que dotarlos de profundidad significa que, sin venir a cuento, los veamos lastimándose en escenas sombrías que se pretenden obsesiones poéticas, que responden al capricho (inoperante a nivel dramático) de que todos lleven consigo una cicatriz.
Esta vez, la trama se parte en tres para dejarnos ver de manera separada las vidas de Sylvia (Charlize Theron), la encargada de un restaurante en Oregon que parece dar sexo a casi cualquier hombre para castigarse por algo; Gina (Kim Basinger), una ama de casa radicada en Nuevo México, que tiene una aventura con un hombre de origen mexicano, y una niña cuya vida cambia al sur de la frontera a raíz de un accidente en avioneta sufrido por su padre.
El guion no guarda ninguna sorpresa. Es perfectamente posible anticipar que esas existencias —cuyas decisiones no son más que un cúmulo de absurdos sobredramatizados— se habrán de encontrar en algún punto de la cinta, pero para llegar ahí, hay que ir de una escena de sufrimiento a otra, a un ritmo paquidérmico.
El estilo de Guillermo Arriaga se ha vuelto predecible y el truco de la narración no lineal dejó de ser suficiente para esconder las costuras de una trama que se salva del naufragio gracias la convicción con que Charlize Theron y Kim Basinger interpretan sus papeles.
No es nada descabellado pensar, a juzgar por el título original del filme (El llano en llamas), que el escritor mexicano viera en este trabajo su obra más personal y acabada, al ser el primero en el que tiene absoluto control creativo. Vale decir que es en el que más errores se advierten y que en todo caso Fuego puede representar un punto de inflexión en su carrera. Es el momento de cambiar. |