Héctor Campio López | @campiolopez
A Fuera del cielo le falta muy poco para ser una película redonda. Sobresale por encima de la media de las películas mexicanas recientes no sólo por su reparto elegido con mucho tino, sino también por la calidad de la dirección y fotografía. Para su estreno, los productores y distribuidores no han escatimado en gastos de publicidad, que no es indicador de nada, más que de la gran confianza que le tienen a esta ópera prima de Javier Patrón.
Me parece justo, porque al final se trata de una película que tiene respeto por el público por el hecho de no ahogarlo con diálogos bobalicones, personajes con el cerebro reblandecido, ni situaciones de forzado dramatismo. Aquí hay una historia urbana que tiene cuidado de no recargar la mano en personajes estereotipados del barrio (quizás un poco en Damián Alcázar, a quien se le perdona cualquier cosa después de verlo interpretar al judicial gandalla) y que tiene numerosas escenas bellas y una magnífica supervisión musical.
El Marlboro (Demian Bichir) y su hermano menor, el Cucú (Armando Hernández), protagonizan la trama. El primero recién sale de la cárcel para regresar a ver a los suyos: un tío, su hermano y un antiguo amor (una Dolores Heredia que ya merece otro protagónico en alguna producción nacional o extranjera). El segundo es un ladronzuelo aficionado al boxeo y sin plan de vida. La química que logran ambos intérpretes al compartir escenas ayuda mucho a entender la relación fraternal de los personajes y el relato que viven en un día.
El Marlboro parece reconocer el mundo que dejó hace cinco años, pero en el cual es incapaz de volver a encajar, como si él mismo fuese la pieza equivocada de un rompecabezas. El mérito del director es no hacer de la situación un melodrama (auque tenga dos resbalones que parezcan spots de Fundación Televisa) y tampoco hacer de la película un experimento de estilo, sino plantear con mucho talento una historia de lo que significa saberse derrotado en la vida. Pero ésta es una reflexión personal.
Sin aprovecharse de lo arrabalero como curiosidad antropológica, Javier Patrón trabaja un guion poco impactante y lo dota de vida gracias a secuencias conmovedoras y convincentes, ya sea por la ternura que explota con Martha Higareda o por el oscuro hermetismo de Bichir.
Creo que es una película casi redonda por la frustración que aguardará al espectador al final del largometraje, en el que espera un encontronazo entre los dos antagonistas y obtiene otra cosa. Sin embargo, es ese final el que puede servir como detonador de varias reflexiones sobre cómo enfrentar la vida (y también para decidir si es o no una buena película). Merece la pena verse. |
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