Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Los días previos al estreno de Gol, la prensa mexicana puso toda su atención en un solo hecho: el protagónico de Kuno Becker. Dados a comprar cualquier cosa que venga en la envoltura apropiada, los encabezados parecían escritos por el publicista del filme: "Kuno Becker anota un Gol en el cine", "Patada a la fama", Kuno se anota un Gol"... Y la verdad es que la cinta es exactamente lo que parece: una producción impresionante con una historia gastada y muy poco imaginativa.
Kuno Becker encarna a Santiago Muñez, un joven mexicano que cruza la frontera con sus padres y que sueña con una oportunidad en el futbol profesional. Jugando en una liga amateur, en Los Ángeles, el muchacho es descubierto por un buscador de talentos inglés que le consigue una oportunidad para probarse en el Newcastle, de la Liga Premier inglesa.
La película es efectiva mientras trata de contar la historia en las canchas y en los campos de entrenamiento. Se nota perfectamente la franja existente entre el futbol universitario y los equipos europeos de primer nivel, lo mismo que las diferencias casi de linaje entre los equipos titulares y la reserva. Las secuencias de juego son irreprochables en cuanto a su realismo y magnitud; los estadios históricos desbordados por los aficionados, las estrellas en la cancha... todo eso es impresionante en la pantalla de cine.
Por lo demás, el resultado es pobre.
El hilo argumental tiene un gusto innegable a melodrama televisivo, sólo que esta vez no es la adversidad quien se opone a la carrera del protagonista, sino su padre, quien considera una afrenta que su hijo mayor piense más en el soccer que en hacerle la jardinería a los señores de las casas ricas de Beverly Hills, sin dejar de hacer un drama por ello.
Es decir, que aunque los guionistas quieren crear un conflicto parecido al de Billy Elliot o al de Jugando con el destino, donde existe un choque cultural entre padres e hijos por los gustos "inusuales" de estos últimos, resulta un poco forzado ver a un mexicano que odia que su hijo juegue futbol.
Puesto en manos de Danny Cannon, más conocido por el tiempo que se encargó de la producción ejecutiva de la popular serie de televisión CSI, el proyecto de Gol —que se supone sería una trilogía— no termina de cuajar, básicamente porque la mitad del reparto no actúa, sino que se limita a repetir sus parlamentos de memoria, incluido Tony Plana, quien hace unos años tenía un papel estupendo en la serie Calle resurrección.
Las secuencias de juego son muy realistas y están muy logradas. Eso es cierto. El problema es que uno no logra ver realmente la genialidad del muchacho mexicano, no tanto por la ausencia de jugadas de fantasía, sino porque su repertorio futbolístico se limita apenas a un par de movimientos con el balón.
Lo mismo pasa con la parte artística. Aunque Kuno Becker está la mayoría del tiempo a cuadro, la verdad es que toda la película no le es suficiente para emocionarlo a uno, lo que habla de que su registro actoral da tanto como para el futbol. Su trabajo es solvente, pero nada más.
La aparición de estrellas como David Beckham, Raúl o Zinedine Zidane es tan fugaz e insubstancial como la de un automóvil o una sombra, de modo que las partes rescatables de la cinta quedan en manos de Stephen Dillane, Alessandro Nivola y Marcel Iures, quienes juegan como el representante, el compañero y el director técnico, respectivamente, del jugador mexicano.
Para ponerlo así, Gol es un clásico producto Disney, de modo que no puede confiarse siquiera en que los incondicionales del futbol salgan encantados tras verla.
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