EL GRAN TRUCO

DIRECCIÓN: Christopher Nolan
TÍTULO ORIGINAL: The Prestige (2006)
PAÍS: Estados Unidos, Reino Unido
GUION: Christopher Nolan y Jonathan Nolan; basado en la novela The Prestige, de Christopher Priest
FOTOGRAFÍA: Wally Pfister
MÚSICA: David Julyan
DURACIÓN: 126 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Desafortunadamente, algunas buenas ideas surgen a un mismo tiempo y obligan al público a elegir por alguno de dos trabajos. Con la magia como común denominador, El gran truco llega a la cartelera a escasas semanas del estreno de El ilusionista, la cinta de Neil Burger, protagonizada por Edward Norton y Paul Giamatti.

Mientras en una, Norton trabaja como un ilusionista solitario que ofrece un espectáculo que parece bordear los límites de la irrealidad, en ésta, Hugh Jackman y Christian Bale interpretan a Robert Angier y Alfred Borden, un par de magos que inician su carrera en el Londres de finales de siglo XIX. Las historias tienen detalles que las unen, pero son sustancialmente diferentes para juzgarlas en conjunto.

El gran truco es un filme engañoso para bien. Su director, Christopher Nolan, antes realizador de las estupendas Insomnia (2000), Amnesia (2000) y Batman inicia (2005), arranca sin la menor espectacularidad, pero el guion, adquiere complejidad al paso de los minutos.

Inicialmente compañeros, Angier y Borden se separan tras un accidente, producto de una imprudencia, que termina costando una vida. La enemistad entre ambos se alimenta de su competencia en el plano profesional hasta transformarse en una furiosa rivalidad que se traduce en agresiones estúpidas que ponen en riesgo la vida de otras personas a su alrededor.

La mayoría de los trucos resultan convencionales, pero atrayentes por la inventiva detrás de cada uno de ellos. El encanto del espectáculo está vinculado con las trampas ocultas y los mecanismos que quedan desvelados tras el escenario. Nolan detalla los mecanismos que operan en cada parte de este show de ilusión, pero guarda cierto misterio para el acto mayor de sus protagonistas: el hombre transportado, el cual prefiere explicar desde un lugar distinto, oponiendo la posibilidad del engaño al concurso de la ciencia.

La cinta no especula sobre la existencia de elementos metafísicos. Cuando Alfred Borden reta a quienes lo miran y pregunta "¿Estás mirando con atención?", en realidad trata de acicatear a un público al que le esperan una decena de giros en la historia, que desarman el rompecabezas que parecía casi terminado.

A final de cuentas, el hilo argumental guarda una estrecha relación con el diálogo inicial que Cutter (Michael Caine), el ingeniero de los trucos de Angier, describe los pasos básicos que el mago ha de seguir en cada uno de sus actos: "La promesa", que consiste en mostrarle al público el objeto y los elementos con que realizará su truco; "el cambio", el momento en que el objeto suele desaparecer, aunque esto por sí solo no merece el aplauso del público, y "el prestigio", el paso final en el que surge algo completamente sorpresivo.

En El gran truco los elementos están puestos. Su cercanía con El ilusionista es en todo caso una circunstancia afortunada, porque ambos trabajos valen mucho la pena.

 
 
 
 

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