UNA GUERRA DE PELÍCULA

DIRECCIÓN: Ben Stiller
TÍTULO ORIGINAL: Tropic Thunder (2008)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Ben Stiller, Justin Theroux, Etan Cohen
FOTOGRAFÍA: John Toll
MÚSICA: Theodore Shapiro
DURACIÓN: 107 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Es fácil equivocarse y elogiar la parodia de escenas de cintas clásicas y de blockbusters recientes e interpretar la ridiculización de personajes como un acto en sí mismo subversivo. Puede serlo, ¿por qué no? Pero la comedia inteligente lleva el recurso un poco más allá; ironiza hasta ser a veces rabiosamente autocrítica, habla de la industria, de sus hacedores y de sus excesos, y guarda dentro una reflexión (superficial o profunda, da igual) sobre nosotros, los espectadores, y lo que consumimos.

Una guerra de película aspira a estar por arriba de la absurda acumulación de sketches sobre el cine bélico. No rehuye la caricaturización de escenas icónicas de fimes como Pelotón o Apocalypse Now, pero sus mejores momentos ocurren cuando la comedia mira detrás de las cámaras y encuentra que la emotividad y el heroismo guerrero que se pone en las intensas secuencias vienen aparejados con el divismo, las taras y los vicios de los actores, las mezquindades de los ejecutivos de los estudios, los representantes y aun las risibles pero plausibles consideraciones sobre el trabajo de la Academia.

La historia se inicia durante uno de los tantos días de rodaje de Tropic Thunder en el sudeste asiático. Su director ha perdido el control sobre su elenco principal, la estrella de acción Tugg Speedman (Ben Stiller), quien pretende obtener respeto como intérprete; el consagrado Kirk Lazarus (Robert Downey Jr.), quien se ha sometido a un tratamiento de pigmentación de piel para interpretar a un sargento afroamericano, y Jeff Portnoy (Jack Black), un completo idiota, famoso por hacer comedias imbéciles sobre flatulencias.

El escritor (Nick Nolte), un supuesto héroe de Vietnam que ha perdido las dos manos y que funge como asesor del filme, recomienda darle algo de "verdad" a la filmación, llevar a los actores lejos de las comodidades, someterlos a un ambiente hostil y sacarles la actuación que todos quieren ver. Claro que la realidad también termina saliéndoseles de las manos.

La cinta tiene diálogos y situaciones que brillan por su incorrección política. De la moda entre los actores de Hollywood por abrazar cualquier causa noble o adoptar a niños camboyanos como si fueran perritos, el guion le hunde el cuchillo a críticos y a grupos ávidos de defender a minorías, mediante breves escenas de una ficticia película llamada Simple Jack, en la que Speedman habría logrado el mejor papel de su vida al interpretar a un chico con retraso mental.

Si la actuación no obtuvo ni siquiera la nominación al Oscar —le explica Lazarus— se debe a que la gente no quiere un "retrasado completo"; el público y la Academia quieren cosas como Dustin Hoffman en Rain Man o Tom Hanks en Forrest Gump; es decir, figuras amables, genios disfrazados con una discapacidad.

No hace falta decir que Robert Downey Jr. es fundamental para que la película funcione, caracterizándose como negro y desplazando a verdaderos afroamericanos en el reparto. Sin embargo, hay que apuntarle igual mérito a la irreconocible estrella que se esconde en el papel de Les Grossman, el obeso jefe del estudio que denigra a sus empleados con frases como "un mono podría hacer tu trabajo" y que despunta con sus breves apariciones sobre varios integrantes del reparto.

Al final es Ben Stiller quien debe recibir el crédito. Ha elegido a un grupo de actores difícil de reunir y ha repartido entre todos ellos lo mejor de su guion. No es la comedia definitiva de este año, por supuesto (la acción frenética al final diluye la parodia), pero me ha gustado su ausencia de solemnidad y la forma en que ha irritado a tanta gente "correcta". Eso quiere decir que en el fondo la cinta se ríe de todos nosotros.

 
 
 
 
 

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