Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
El hermano de Santa tiene algo de chispa, pero carece de la energía que le sobraba a otras películas de David Dobkin como Shanghai Kid en Londres (2003) o Los cazanovias (2005). Nos encontramos con una historia casi indistinguible de otras en su esencia; y de no ser por un par de secuencias con cierta garra, bien podríamos estar hablando de otra cinta genérica sobre Santa Claus y la Navidad.
De arranque, el reparto merece atención. Todos ahí son buenísimos; desgraciadamente, el tono condescendiente que suelen tener los relatos navideños de corte familiar, no deja de limitar el trabajo y restringir los recursos de los actores, matizando las emociones y los elementos negativos.
En principio, la historia anticipa una comedia al menos entretenida. Fred Claus (Vince Vaughn) el primogénito de un matrimonio pobre ve cambiar su vida tras el nacimiento de su hermano Nick (Paul Giamatti), a cuya sombra aprende a vivir, pues éste se convierte de inmediato en el modelo de hijo a los ojos de sus padres. Siempre tan perfecto, tan generoso, Nick termina convirtiéndose en Santa Claus, mientras que él tiene que acostumbrarse a una vida sin mucha suerte.
Poco antes de la Navidad y con la intención de obtener un préstamo de su hermano para iniciar un negocio, Fred accede a trabajar en el Polo Norte, en el taller de juguetes de Santa, pero su forma de vida, un poco desordenada, pone en riesgo el trabajo del hombre de rojo, pues un supervisor de eficiencia (Kevin Spacey) llega al mismo tiempo que él con la consigna de encontrar fallos en el trabajo y la disciplina, además de la amenaza de clausurar para trasladar toda la producción al Polo Sur.
El filme reúne muchos momentos humorísticos y algunos diálogos que alcanzan cierta emotividad, pero el conjunto no deja de ser más que eso: la reunión de buenos actores y detalles que valen la pena, pero sin la cohesión suficiente.
Quizá —y sólo quizá— El hermano de Santa vale la pena por dos escenas que resumen la idea argumental y que sí dicen algo. La primera de ellas, con Fred en un grupo de autoayuda para hermanos de famosos al que acuden Frank Stallone —hermano de Sylvester—, Stephen Baldwin —hermano de Alec Baldwin— y Roger Clinton —obviamente ligado al ex presidente de Estados Unidos.
La segunda incluso podría ser genial en otro contexto, pero sin duda hay que verla: haciendo realidad un viejo anhelo de su infancia, Kevin Spacey se quita los gruesos lentes que usa, mientras se pone una capa de Superman.
Desgraciadamente, fuera de ello, el filme es recurrente en varios de los más grandes y más odiosos clichés de esta época decembrina, relacionados con la necesidad de "salvar la Navidad" —siempre y cuando uno entienda que la Navidad consiste en que todos tengan un regalo debajo del árbol—, así como el pensar el mundo como si se tratara de una gran mancomunidad y el embajador común fuera Santa Claus.
Pongámoslo así. El hermano de Santa es una comedia navideña palomera, pero poco imaginativa y poco arriesgada como para trascender la exhibición de época. Cinismo, señores; eso le hace falta al cine decembrino. A estas alturas ya no habría que temerle a la idea de robarle la inocencia a nadie. |