HÉROE DE CENTRO COMERCIAL

DIRECCIÓN: Steve Carr
TÍTULO ORIGINAL: Paul Blart: Mall Cop (2009)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Kevin James, Nick Bakay
FOTOGRAFÍA: Russ T. Alsobrook
MÚSICA: Waddy Wachtel
DURACIÓN: 91 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga| @jcromero

The King of Queens fue una comedia dispareja por épocas, pero en general inteligente e ingeniosa en sus guiones. Es difícil pensar que aquel programa hubiera sido lo mismo sin Leah Remini, Kevin James y su sátira, a veces cruel, de las relaciones modernas, sin molestarse nunca en ser políticamente correctos o, peor aún, en tratar de hacer episodios didácticos.

Justamente por ello resulta tan triste ver a James en una cinta como Héroe de centro comercial (Paul Blart: Mall Cop), en la que la trama se alimenta únicamente del patetismo de un hombre que padece una obesidad enfermiza, pero que intenta comportarse como un action man .

Rotundamente destrozada por la crítica, la película se centra en Paul, un anónimo y motorizado guardia de centro comercial que se esfuerza todo el tiempo por ganarse el respeto de los demás después de haber fracasado varias veces en su intento por convertirse en oficial de policía.

Dolorosamente gordo, el tipo tiene —como en todas estas películas aspiracionales para usuarios de tallas extragrandes con corazón de oro— interés amoroso en una chica bonita y delgada (Jayma Mays) a la que intenta impresionar sin mucho éxito. Si uno ha visto suficiente de este cine, podrá adivinar que el menospreciado protagonista conseguirá el aprecio del mundo y el amor de la inalcanzable mujer a través de un acto heroico, que en este caso se traduce en impedir el asalto de un comando armado al centro comercial que custodia.

No voy a cuestionar aquí la lógica que sigue el guion para llegar a este punto (el plan de los asaltantes, como escribe Roger Ebert, es tan sensacionalmente estúpido que parece haber sido inspirado viendo Tarde de perros en estado de ebriedad), pero sí hay que decir categóricamente que el humor nunca levanta más allá de una comedia física sin ninguna sofisticación que no exhibe otro propósito que arrancar risas fáciles a costa de la obesidad del personaje.

La única sensación que la cinta de Steve Carr transmite eficientemente es la de asfixia. No hay en ella nada más interesante que la imagen del sujeto atrapado en un cuerpo opresivamente gordo, autocompadeciéndose de su propia existencia.

No es fácil convertir lo patético en comedia. Por definición casi todo intento termina en lo primero.

 
 
 

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