HOLLYWOODLAND

DIRECCIÓN: Allen Coulter
TÍTULO ORIGINAL: Hollywoodland (2006)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Paul Bernbaum
FOTOGRAFÍA: Jonathan Freeman
MÚSICA: Marcelo Zarvos
DURACIÓN: 126 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Si Ben Affleck estaba consciente de las implicaciones de interpretar a George Reeves en Hollywoodland, así como de los paralelismos que podían a trazarse con su propia carrera fílmica, habrá que reconocerle, además de una de las mejores actuaciones de su carrera, un enorme coraje.

De la mano del debutante Allen Coulter, Affleck consigue lo que pocos actores (Jim Carrey y Jamie Foxx, entre ellos) han logrado apenas rasguñar: trascender la interpretación del personaje para ser realmente el personaje.

Considerado un caso cerrado desde el comienzo, aunque marcado por inconsistencias, esta cinta toma como pretexto el suicidio de Reeves, estrella de Las aventuras de Superman, la primera encarnación televisiva del héroe, en la década de los cincuenta.

Aunque no logra un trabajo del todo redondo, pues las partes no terminan de integrarse en una sola unidad, el director entrelaza la historia pública del actor con la investigación posterior realizada por Louis Simo (Adrien Brody), un investigador privado poco ejemplar en busca de redención personal, quien va abriendo las páginas de la vida privada del héroe infantil: su breve aparición en Lo que el viento se llevó, su romance con Toni Mannix (Diane Lane), esposa del vicepresidente de la Metro Goldwyn Mayer, y la frustración que le acompañó durante los años que interpretó al Hombre de acero, a sabiendas de que era capaz de hacer algo más que llevar la capa roja.

La destrozada vida familiar del detective Simo aparece como elemento innecesario del filme, alargando la conclusión; sin embargo, la conducción sumamente serena del relato permite penetrar en el tristísimo círculo vital de Reeves, que más allá de cualquier conspiración, explicaría perfectamente su decisión de quitarse la vida, disparándose en la cabeza con una Luger.

No está de más decir que Adrien Brody, en su papel de derrotado, se proyecta genuinamente como un ser identificado con la frustración de un sujeto que alcanzó la fama no por su trabajo en una gran cinta, sino por un personaje que lo hacía sentirse insultado.

Igual pasa con Bob Hoskins y su encarnación de Edgar Mannix, poderosísimo ejecutivo de la MGM, así como con Diane Lane, quien repite su memorable rol de Infidelidad, como una esposa madura, enamorada de un hombre menor que ella; hermosa, convincente y emotiva al mismo tiempo.

El último caso es más interesante; quién iba a decir que una vieja promesa como Ben Aflleck, con un enorme número de cintas perfectamente olvidables y entre las cuales se cuenta un protagónico en Daredevil (otro héroe de las historietas), podría ponerse el uniforme de Superman y parecer, en el mejor de los sentidos, tan patético.

El gesto de suspicacia que les habrá merecido a muchos su premio como mejor actor en el más reciente Festival de Venecia pueden guardarlo. Su desempeño es notable. A diferencia de George Reeves, su historia podría reiniciar a partir de aquí.

 
 
 
 
 

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