ILUSIÓN NACIONAL

DIRECCIÓN: Olallo Rubio
TÍTULO ORIGINAL: Ilusión Nacional (2014)
PAÍS: México
GUION: Olallo Rubio
MÚSICA: Javier Umpierrez
DURACIÓN: 106 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Cuando se trata de futbol, la Selección Nacional puede ganar, también puede perder. Tras las victorias hay felicidad; después de las derrotas, tristeza. Eso es todo. Ahí se agota la premisa de Ilusión Nacional, la cuarta cinta como director de Olallo Rubio, que aprovecha la víspera de la Copa del Mundo de Brasil para presentar una pieza de casi dos horas sobre la historia del equipo nacional de futbol en los mundiales, desde su primera participación en Uruguay 1930. 

Sin sustancia, sin testimonios, sin rasgo de originalidad, el pretendido documental suma minutos en una sucesión de imágenes de archivo de encuentros internacionales. Nada que no se haya visto, por ejemplo, en alguno de los documentales televisivos realizados por Clío o en la infinitamente más emotiva Oro: El día que todo cambió, producida por Coca-Cola tras los Juegos Olímpicos de Londres 2012. 

Con la complejidad de un trabajo escolar que ignora su propia superficialidad, Ilusión Nacional incorpora todo aquello que le parece pintoresco a su director, aun si no viene a cuento (como un comercial de Choco Milk de los años sesenta), y exhibe una enorme pereza en su trabajo de edición, pues lejos de narrar y o intentar decir a través de las imágenes, se limita a copiar y pegar bloques enteros de videos televisivos o extraer larguísimas secuencias de las mil veces vista Futbol México 70, de Alberto Isaac.

Aunque por momentos el futbol en gran formato distrae la atención de la enorme colección de lugares comunes y frases llanamente tontas ("si Shakespeare hubiera escrito el guion del partido..."), al final, las imágenes y la música no son capaces de sepultar la ausencia de ideas y la falta de disciplina que hacen al director cambiar de tema, abrir un interludio de diez minutos para el elogio de Hugo Sánchez, o encontrar parelelismos entre la afición mexicana cantando el Himno Nacional y los nacionalismos inflamados de la Alemania nazi y la Italia de Mussolini, mientras deja fuera toda mención a victorias fundamentales del futbol mexicano.

Olallo inserta sin contexto alguno la imagen del narcotraficante Pablo Escobar, añade minutos con un largo e intrascendente clip del recorrido de la llama olímpica por todo el mundo para decirnos que piensa hablar de la medalla de oro conseguida en Londres 2012. Pero lo más importante es que no permite ninguna otra voz que aporte las explicaciones de los triunfos de los años recientes en categorías inferiores, que actualice los supuestos de la recurrente derrota mexicana (los comentarios más inteligentes salen de José Ramón Fernández, Carlos Albert y Roberto Gómez Junco en un video de 1996). A Olallo le gusta escucharse a sí mismo; estáclaro que para eso hace películas: sólo para escucharse a sí mismo.

 
 
 
 
       

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