Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
En un momento en el que la cartelera comercial acusa una saturación y al mismo tiempo un agotamiento del género de superhéroes, la virtud de Los Increíbles 2 radica en conservar la línea trazada 14 años atrás y elaborar una comedia familiar con una historia modesta y escenas de acción sumamente logradas en lo visual, sin excesos dirigidos a embotar la percepción del espectador.
Nuevamente escrita y dirigida por Brad Bird, esta nueva película no apela a la nostalgia por aquella de 2004 que planteaba que los seres con poderes y habilidades especiales habían dejado de tener un sitio en el mundo actual. La nueva anécdota empieza justo donde la primera parte concluye y pese a haber librado su primera batalla juntos como familia, los Parr no han dejado de ser un tanto cuanto disfuncionales, pues a ninguno resulta fácil equilibrar la faceta de héroe con las dificultades que presenta el día a día en los otros órdenes de la vida.
De hecho, en esta nueva aventura los papeles se invierten y es Elastigirl quien lleva en sus espaldas la labor de mostrarle al mundo el valor de los superhéroes, cuya actividad –ya sabemos– fue proscrita años atrás, obligándolos a vivir en la clandestinidad. En contraste, Bob (Mr. Increíble) tendrá que quedarse en casa para hacerse cargo de Jack-Jack (con todo y sus nuevos poderes), el hiperactivo Dash y sus tareas escolares, así como de Violeta y su nada fácil entrada a la adolescencia.
Sin desviarse de la trama principal, Bird le imprime mayor humor a su cinta, lo cual queda manifiesto en una maravillosa secuencia de genuina comedia física en la que el pequeño Jack-Jack se enfrenta a un mapache hambriento, aunada a otras en las que el resto de la familia intenta lidiar con los dones descontrolados del más pequeño de la familia.
A diferencia de Cars (2006) –franquicia irrelevante, aunque seguramente la más rentable en términos de merchandising–, Los Increíbles 2 está a la altura de su predecesora, pues más que una secuela, logra insertarse como una extensión natural de la primera aventura, con un villano acaso más sofisticado que el de aquella. |