LA INTÉRPRETE

DIRECCIÓN: Sydney Pollack
TÍTULO ORIGINAL: The Interpreter (2005)
PAÍS: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Sudáfrica
GUION: Charles Randolph, Scott Frank, Steven Zaillian
FOTOGRAFÍA: Darius Khondji
MÚSICA: James Newton Howard
DURACIÓN: 129 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Discrepo de quienes aseguran que La intérprete será una película recordada. Desgraciadamente, su público —me atrevo a decirlo— será tan escaso, como el que cinco años antes tuvo Bajo sospecha (Stephen Hopkins, 2000), un filme extraordinario basado en la fuerza de un guion y de dos actuaciones notables.

El director, Sydney Pollack, logró de La intérprete una película que se sostiene, justamente, por su ritmo, por su notable trabajo en el guión y por un par de extraordinarias actuaciones de Nicole Kidman y Sean Penn.

Las piezas quedan colocadas desde el primer cuarto de la película: Silvia Broome (Nicole Kidman) es una intérprete de la ONU que escucha una conversación sobre una trama para intentar asesinar a Edmond Zuwanie (Earl Cameron) ficticio presidente del ficticio Estado africano de Matobo. Pronto, ella también aparece en la mira de los asesinos; su versión es creíble, pero sus circunstancias personales generan suspicacias.

Tobin Keller (Sean Penn), un brillante agente federal, quien se hace cargo del operativo para salvaguardar la vida del presidente, se asume como custodia de la intérprete, pero no está tan seguro de que la mujer haya dicho todo lo que sabe.

A partir de ahí, el final en su conjunto podría antojarse predecible. Sin embargo, hay algo en la magnitud de la historia, en la mano del director y en la intensidad de los actores que le da a la película el empuje suficiente. Si la primera condición para una buena historia es la verosimilitud tanto de lo que se ve como de lo que se escucha, La intérprete cumple en ese sentido.

Por un lado —y aludo de nuevo al asunto de la magnitud— ésta es la primera historia rodada en el edificio de las Naciones Unidas y el salón de la Asamblea General, privilegio negado hasta ahora a cualquier otro director. Por otro, está la creación de toda una realidad política basada en la historia contemporánea de varias naciones africanas, e incluso de una lengua, el "ku", trabajada con la asesoría de varios lingüistas para hacerla creíble.

No obstante, si algo resulta sobresaliente es el trabajo en el guion; no sólo es elusivo, sino que introduce reflexiones que más allá de su lirismo tienen profundo significado.

No voy a decantarme por el trabajo de ninguno de los protagonistas. De hecho, aunque más discreto, el desempeño de Catherine Keener, Earl Cameron y Jesper Christensen, me parece sumamente valioso. Lo que me parece rescatable es que la historia sea coherente de principio a fin, y que La intérprete resista tan bien la tentación de poner a Sean Penn y Nicole Kidman a representar un romance que habría hecho naufragar todo lo construido.

Al final, la coherencia radica en eso; en creer que las palabras son mucho más elocuentes que lo que indican las imágenes.
 
 
 

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