Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

América tiene un nuevo gran superhéroe. Sacado de de entre los más grises personajes de la Marvel Comics, Robert Downey Jr. y el director Jon Favreau han logrado —al menos en esta cinta— redefinir a Iron Man y hacer de él un personaje complejo e interesante a través de sus defectos.

Mujeriego, cínico e incluso superficial, aunque con un ácido sentido del humor, Tony Stark (Downey Jr.) es además un fabricante de armas al que no le molesta que lo califiquen como "mercader de la muerte". Si bien el personaje fue creado en un contexto distinto (la Guerra de Vietnam), los guionistas realizan un trabajo notable al adaptar el conflicto a las circunstancias actuales, llevando al protagonista a Afganistán, donde sus juguetes bélicos circulan sin restricción entre grupos extremistas.

Todavía unos minutos después de cumplida la primera hora, el filme mantiene un muy buen nivel, sin tener que depender demasiado de la acción y de los efectos especiales. Y gran parte de la responsabilidad es de los actores. Incluso en el terreno de las convenciones románticas, la interacción entre Robert Downey Jr. y Gwyneth Paltrow (quien interpreta a la supuesta asistente de Stark, Pepper Potts) alcanza un nivel distinto y podría decirse que hasta novedoso en escenas extrañamente significativas, como el momento en que ella mete —literalmente— la mano en el corazón de él.

Iron Man, sin embargo, empieza a venirse abajo cuando por razones de taquilla, la acción, los combates y los fuegos pirotécnicos comienzan. De hecho, el relato pierde cierta coherencia hasta el punto en que algunos de los personajes (principalmente el villano encarnado por Jeff Bridges) se desdibujan casi hasta darnos un final como el del fallido experimento que resultó ser Hulk (Ang Lee, 2003).

Cuando se sopesan los errores y las virtudes de la cinta, empero, el resultante es positivo. Curiosamente, aun debajo de toda esa pesada armadura, el actor no desaparece; si el Hombre de Hierro conserva algún rasgo de humanidad, éste no puede ser sino atribuíble a la voz y la intención que Downey Jr. alcanza a inyectarle a este monstruo de máscara de caballero medieval.

Es de destacarse que a contracorriente de la tendencia que lleva a los estudios a entregar estos papeles a jóvenes cuyas carreras comienzan su ascenso, Iron Man haya terminado en manos de un actor de 43 años, quien muestra que un personaje de historieta no merece menos empeño que otros. El director Jon Favreau no se caracteriza tampoco por tener amplio historial en la ciencia ficción, pero usa bien su intuición; sólo hay que mirar los nombres en el reparto y en el guion, para saber que el objetivo era entregar una cinta comercial, pero al mismo tiempo adulta; vistosa, pero sin ser un insulto a la inteligencia.

Desde ya, Iron Man ha entregado más que todo lo que nos pudieron ofrecer los ruidosos blockbusters del año pasado.