EL JARDINERO FIEL

DIRECCIÓN: Fernando Meirelles
TÍTULO ORIGINAL: The Constant Gardener (2005)
PAÍS: Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, China
GUION: Jeffrey Caine; basado en la novela de John Le Carré
FOTOGRAFIA: César Charlone
MÚSICA: Alberto Iglesias
DURACIÓN: 129 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Inadvertida, incluso desdeñada por distribuidores y cadenas de cine, el segundo fin de semana de octubre se estrenó en México una interesante cinta de Fernando Meirelles, director de Ciudad de Dios.

Se trata de El jardinero fiel, una historia con un arranque lento y por momentos hasta confuso, pero que da un vuelco luego del brutal asesinato de Tessa Quayle (Rachel Weisz), una activista, esposa de Justin Quayle (Ralph Fiennes), un diplomático inglés, que trabaja para la oficina del Alto Comisionado Británico.

Basado en una novela homónima de John Le Carré, el filme es una suerte de manifiesto sobre experimentos poco éticos realizados por fuertes empresas farmacéuticas en mujeres africanas, convirtiendo a enfermos y moribundos en conejillos de indias, y una dura crítica a los matrimonios por conveniencia entre gobiernos y trasnacionales.

Con la misma habilidad que lo hizo en Ciudad de Dios, Meirelles logra sacarle muy bien la vuelta a cualquier discurso moralista, evitando que su cinta sea un mero panfleto sobre ricos oprimiendo a pobres, y poniendo en boca de uno de sus personajes una frase tan cierta como cínica: “No estamos matando a nadie que no tuviera que morir de cualquier modo”.

La gran cualidad de esta ficción es justamente la forma en que bordea la realidad, metiéndose aunque sea un poco en la pobreza de Kenia y de otras naciones del norte de África, que obliga a sus habitantes a aceptar casi cualquier cosa a cambio de la “ayuda humanitaria” de Occidente.

Aunque confusa —pues los elementos del drama están sueltos— la primera parte del filme es toda de Rachel Weisz. Su interpretación de Tessa es fiel a lo que la historia pide: impulsiva, entrometida e imprudente, celosa guardiana de secretos; lo suficiente para poner nerviosos a la diplomacia del país al cual sirve su marido.

El trabajo de atar los cabos de la trama queda en manos de Ralph Fiennes, en una de sus mejores actuaciones, al transformarse de un hombre discreto y taciturno, amante de las plantas, en un tipo con un coraje particularmente incómodo para los asesinos de su esposa.

El gran acierto de Meirelles en la segunda mitad de este trabajo, es permitirle al público descubrir junto con el personaje las razones detrás del crimen. El escritor, además, pone frente al protagonista una posibilidad que no resulta del todo descabellada: la infidelidad de su mujer. De ahí deriva el título tanto de la novela como de la cinta.

Más allá de lo que este diplomático descubre en su búsqueda —una transnacional que prueba entre la gente de Nairobi un fallido fármaco denominado Dypraxa con el aval del gobierno británico—, El jardinero fiel es una buena historia de amor sobre un hombre que vive y muere profundamente enamorado de su esposa, aunque no la entienda del todo ni sepa absolutamente todo de ella.

No sé si en el futuro esta cinta alcance premios y un lugar destacado; sin embargo, merece ser vista no sólo por el trabajo de Meirelles y su reparto, sino por estas tres lecturas: la del thriller que se desmenuza en el esclarecimiento del asesinato; la social, evidente en la atmósfera de pobreza que permite ver la cámara, y la amorosa, bien conducida, sin cursilerías y llena de calidez.

 
 
 
 
       

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