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Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Me resulta imposible encontrar un propósito en el rodaje de una trama tan corta y tan insubstancial como la de Jumper, un filme de acción/aventuras/ciencia-ficción que después de transcurridos 35 minutos ya no tiene mucho que ofrecernos.
Como si se tratara del prólogo de un nuevo episodio de los X-Men, la cinta de Doug Liman (Mr. & Mrs. Smith, The Bourne Identity) gira en torno a David Rice (Hayden Christensen), un chico que, a punto de morir ahogado en un lago helado, descubre tener la capacidad de teletransportarse, lo cual le abre un mundo de posibilidades como la de entrar y salir de las bóvedas de bancos, haciendo retiros a voluntad, sin que nadie pueda detectarlo.
Lo que en los primeros minutos se nos presenta como la lucha del joven por tener el control de sus habilidades, se convierte pronto en una muy fallida y estruendosa cinta de acción que involucra a los "Paladines", un grupo de personas que consideran a los "Jumpers" una aberración de la naturaleza —una mezcla entre Provida y el PAN convencido de que sólo Dios debe tener el don de la ubicuidad—, así que los buscan para cazarlos.
De los primeros saltos de David a distintas latitudes del planeta, que se abren a nuestros ojos en sobrevuelos dignos de postales, avanzamos a una descafeinada e intrascendente historia de amor, si se le puede llamar así a la relación de dos o tres días que atestiguamos entre él y una chica bonita (Rachel Bilson) a la que no ha visto en años, pero que es suficientemente útil para establecer que el protagonista es heterosexual.
Por lo demás, no hay mucho que ver, como no sea una larga persecución, que se repite una y otra vez, sólo que en distintos escenarios del planeta, sin que el guion acierte a darnos algo más interesante. Jumper aspira a dar la impresión de ser un cómic adaptado para la pantalla grande, pero sus personajes carecen de todo un amplio catálogo de emociones, fines, debilidades, ideales y pasiones para ser medianamente atractivos.
Lo más que uno puede advertir en este filme es la existencia de un adolescente con un poder especial, que no terminó la secundaria y al que no le importa nada que no sea la buena vida. Si eso fuera suficiente para motivar la redacción de un guion para una película, habría que hacer una por cada junior, estrella de televisión y diputado que aparece en las páginas de la prensa rosa de este país. |
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