Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Historia adaptada del artículo "What I did on my Summer Vacation", publicado por Scott Anderson en la revista Esquire, La búsqueda es un filme un tanto disparejo, en el que se anida cierta dosis de cruda realidad aun en sus partes más inverosímiles.
Sin mantenerse necesariamente fiel a los detalles del texto original, la trama gira alrededor de Simon Hunt (Richard Gere) y Duck (Terrence Howard), un reportero de televisión y su camarógrafo, ambos veteranos en la cobertura de conflictos armados. Una noche, mientras transmiten en vivo e intentan reportar una matanza de musulmanes en Bosnia, Simon explota de furia contra los responsables.
Lo dicho frente a las cámaras en cadena nacional termina costándole el empleo de corresponsal, mientras que Duck regresa a Estados Unidos para ocupar un nuevo puesto en los estudios de televisión, donde permanece cinco años, hasta que ambos vuelven a encontrarse en Sarajevo, durante la cobertura del quinto aniversario del final de la guerra.
Cuando al inicio de la cinta se advierte que sólo las partes más absurdas de esta historia son verdad; hay que creerlo. Este primer tramo, contenido y agridulce, no es más que el ficticio punto de partida de un relato que aparenta ser aún más inverosímil, pero que tiene muchas más anclas en la realidad.
A partir de varios rumores y de informes inciertos, un grupo de periodistas —integrado por Gere, Howard y el joven Jesse Eisenberg— inicia una misión que parece absurda incluso para un guion cinematográfico: buscar y capturar al mayor criminal de la guerra, un sujeto conocido como El Zorro (Ljubomir Kerekes), quien en realidad es la representación del genocida serbio Radovan Karadicz, por quien aún hoy en día existe una recompensa de 5 millones de dólares.
En medio de un catálogo de situaciones imposibles, el director Richard Shepard deja muy claro quiénes son los responsables de que la impunidad prevalezca en el mundo real, los pone en fila y los nombra: la ONU, la OTAN, la misma CIA. El tratamiento, sin embargo, está lejos del discurso moralista o de la condena. Shepard inyecta su relato de humor corrosivo que intenta hacer más digerible el tratamiento de la tragedia que se oculta bajo la superficie y la complicidad de los organismos internacionales con los grandes asesinos, que por cierto no son tan inatrapables como parece.
La búsqueda no podría deja de ocuparse de lanzar una sutil crítica a los medios de comunicación, más ocupados de encumbrar a sus conductores estrella, que de ahondar en la naturaleza de los conflictos y transmitir una visión algo más que epidérmica de los mismos.
No es que el personaje de Richard Gere tenga más conciencia de ello. Pasa que el entendimiento cabal de un hecho aislado como la matanza de una aldea musulmana en territorio Serbio, apenas puede ser comprendida en su completa dimensión cuando se vive desde dentro. Simon Hunt es precisamente el hombre de Occidente, del mundo civilizado, que deja de ser observador de la guerra para ser parte de ella. |