LA PASIÓN DE CRISTO

DIRECCIÓN: Mel Gibson
TÍTULO ORIGINAL: The Passion of The Christ (2004)
PAÍS: Estados Unidos, Italia
GUION: Mel Gibson, Benedict Fitzgerald
FOTOGRAFÍA: Caleb Deschanel
MÚSICA: John Debney
DURACIÓN: 127 minutos

 
       

Jorge Erdely| Del libro La Pasión según Mel Gibson*

Una polémica cuidadosamente programada precedió al estreno de La Pasión para mantener expectante la atención del público norteamericano por meses antes de su estreno. En la misma, fueron enlistadas, vía proyecciones privadas, influyentes personalidades del Vaticano y del mundo evangélico estadounidense, las cuales de inmediato se sumaron a la agenda publicitaria, otorgando generosos avales morales y espirituales públicamente a la cinta cinematográfica. Prominentes protestantes evangélicos fueron un paso más allá y engrosaron las filas de los fervientes promotores de la película, orquestando multitudinarias cruzadas nacionales, persuadidos de que La Pasión es un instrumento divino que traerá un gran avivamiento espiritual de la fe de la nación americana y otros países.

La Pasión, estrictamente hablando es una producción cinematográfica particular, que como en el caso de la película de Martin Scorsese, La última tentación de Cristo, refleja los valores, agenda y creencias de sus productores. En este caso, La Pasión es una interpretación particular del Evangelio por Mel Gibson y los sectores ultraconservadores del Vaticano que lo ayudaron a convertirla en un éxito cultural y religioso sin precedente. Después de todo, ¿cuántas películas exitosas conocemos que cuenten con respaldos públicos tan irrestricto del Vaticano y de órdenes religiosas ultraconservadoras?

Para analizar una película polémica de alto impacto cultural y bien realizada como La Pasión, no basta con ver la cinta y leer reseñas. Se necesita penetrar detrás de la escenografía y examinar cuidadosamente contextos y contenidos.

Evidentemente, La Pasión, mucho más que una película, es un fenómeno religioso y financiero que se inserta en las guerras por espacios simbólicos por dominar la cultura estadounidense. Entenderla requiere obtener algunas respuestas básicas. En ese sentido, conocer el tipo de religiosidad personal de Mel Gibson es importante. Lo mismo si La Pasión representa fielmente las últimas horas de la vida de Jesús, como reclama enfática la publicidad de la cinta, o si está basada en ficción y fuentes de dudosa calidad.

Contrariamente a lo que señala la impresionante maquinaria publicitaria que presenta La Pasión de Mel Gibson como una épica fiel a los evangelios, la película es en realidad una simbiosis de sus peculiares creencias tridentinas personales y los escritos de la monja y vidente alemana del siglo XVIII, Ana Catarina Emmerick, quien tenía visiones y éxtasis desde su infancia en las que se asegura que se le aparecía Cristo frecuentemente para conversar con ella.

Luego de quedar confinada a su cama en estado permanente de invalidez, se añade que la monja Emmerick comenzó a presentar estigmata : misteriosas huellas sangrantes como de una corona de espinas aparecían en su cabeza, marcas de cruces se le imprimían en el pecho, e incluso, los signos sangrantes de los clavos atravesándole las palmas de las manos. La mitología sobre Ana Catarina de Emmerick establece, asimismo, que desde 1813 en adelante se alimentó exclusivamente de la hostia y no probó ningún otro alimento.

La estructura de los evangelios sinópticos y partes selectas de San Juan sólo sirven de introducción y montaje. De esa plataforma parte cronológicamente la trama en forma procesional, siguiendo casi al detalle el tradicional via crucis con sus 14 estaciones y escenificando los misterios del Rosario. Como herramienta de comunicación, el propósito del filme es trasmitir una interpretación oficiosa de una porción significativa, pero muy corta y sin contexto, de la vida de Jesús. En La Pasión, la forma es el vehículo para hacer atractivo el contenido. El formato fílmico es sólo la envoltura de la agenda. Por ello es necesario enfocarse en los contenidos y contextos, ya que el arte es aquí, en realidad, pretexto.

Gibson y sus guionistas tienen un público o audiencia principal en mente: las masas populares católicas. La agenda del Vaticano, al respaldar el filme, es también muy clara. Reafirmar la doctrina clásica del sacramento de la eucaristía y promover la doctrina de María corredentora en una sociedad mediatizada, condicionada por imágenes, literaria y teológicamente desinformada. Proveerla de un "Evangelio digital" de símbolos, fácil de asimilar, con formato de alto impacto emocional para fijar ideas y reforzar dogmas. Para millones de personas funcionalmente analfabetas, que desconocen los entretelones del poder del dogma y que jamás leerán el Nuevo Testamento, porque sencillamente no leen casi nada, las escenas de La Pasión según Mel Gibson quedarán indeleblemente grabadas en su imaginación como un registro veraz de las últimas horas de Jesús. Será -quizás para toda su vida- el único "Evangelio" que conocerán. Su único punto de referencia sobre Jesús.

Se convertirá, de facto , en una versión comprimida de fácil evocación, desconociendo que lo que les fue vendido en cines y dvd no es más que una interpretación facciosa, mórbida y preconciliar de cilicios y misterios, tendencias que muchos católicos contemporáneos rechazan.

El Jesús europeizado de La Pasión no es el Cristo del Sermón del Monte, de la confrontación con el establishment , de la Palabra y el ejemplo. No es el de la resurrección que infunde esperanza, por más, que pequeños sound-bytes del filme intenten vincularlo con esas narrativas. Es más bien un Jesús litúrgico descontextualizado. El Cristo sangrante de las procesiones populares y los remordimientos. Y a final de cuentas, es la versión sacramentada, misteriosamente ingerible. El Jesús de acceso instantáneo para las masas mediatizadas. Misterioso como el latín que habla el sacerdote que se dice poseedor del poder de transubstanciar los elementos del pan y el vino en el cuerpo y la sangre misma del actor que vieron sufrir una y otra vez en la película, que puede ser recibido en la hostia sólo de sus manos consagradas, para poder así librarles de sus culpas.

La película de Mel Gibson tendrá distintos significados para diferentes audiencias, excepto para la audiencia primaria para la cual se planeó. Para ellos será una novedosa misa escenográfica y un mensaje para resacralizar la imagen mundial de los sacerdotes, a través de reforzar el dogma de la transubstanciación.

La temática central de la película, se ha dicho, es revalorar la eucaristía ante millones de católicos nominales, que cada vez están más alejados del catecismo oficial y de las nociones esenciales de su fe por desinterés, la influencia de distintas ideologías de moda y los continuos escándalos de sacerdotes paidófilos encubiertos por sus obispos. Revalorar el sacramento, imbuirlo de su tradicional significado para millones de personas, vinculándolo a los sufrimientos y muerte de Cristo, es una estrategia de adoctrinamiento magistral.

Es interesante cómo cambian las culturas. Crear la percepción de lo sacro ocurrió esta vez, no en una catedral ni en la misa, no en un mitin papal multitudinario, sino en miles y miles de cines.

* Usado con permiso del autor.

 
 
 
       

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