LEONES POR CORDEROS

DIRECCIÓN: Robert Redford
TÍTULO ORIGINAL: Lions for Lambs (2007)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Matthew Michael Carnahan
FOTOGRAFÍA: Philippe Rousselot
MÚSICA: Mark Isham
DURACIÓN: 92 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Hacia el final de Leones por corderos, el profesor universitario Stephen Malley (Robert Redford) cuenta a uno de sus alumnos cómo durante la Primera Guerra Mundial el alto mando de las fuerzas alemanas despreciaba a los oficiales británicos tanto como admiraba la fiereza y valentía de sus tropas, de las cuales un general alemán incluso llegó a escribir: "Nunca había visto a tales leones conducidos por tales corderos".

La referencia no es ociosa en lo absoluto. A lo largo de su cinta, Redford llega a una conclusión inevitable. Condena a su propio gobierno, a los medios colaboracionistas y aun a los norteamericanos que han permanecido pasivos ante la costosa estrategia militar —valuada en miles de muertos— lanzada hace seis años por Estados Unidos contra el terrorismo.

De la mano de un estupendo guion de Matthew Michael Carnahan y con actuaciones no menos destacables, Leones por corderos presenta tres historias enlazadas que se desarrollan con absoluta independencia entre sí, pero que dan solidez al discurso político tras la cinta.

En una oficina del Capitolio, el joven y ambicioso senador Jasper Irving (Tom Cruise), decide revelar a Janine Roth (Meryl Streep), una influyente periodista, los detalles de una nueva estrategia bélica contra Al Qaeda y sus colaboradores en el régimen talibán. Al mismo tiempo, en su oficina de la universidad, el profesor Malley decide encarar a uno de sus alumnos más brillantes, quien parece haber perdido todo interés por asistir a sus clases.

Unos y otros se enfrascan en largas conversaciones en las que se cuestionan las decisiones no sólo de los republicanos en el poder, sino aun las evidentes contradicciones que se ven reflejadas en el número de jóvenes provenientes de barrios marginados que se enlistan voluntariamente para ir —incluso antes que los que no los consideran ciudadanos americanos— al frente de batalla.

Lejos de ahí, en Afganistán, el resultado de esas decisiones y contradicciones tiene su expresión. Dos jóvenes pertenecientes a minorías raciales (Michael Peña y Derek Luke) , antiguamente alumnos de la clase de Malley, intentan aterrizar junto con varios soldados más en una zona montañosa, tratando de ganar las posiciones altas a las milicias islamistas, con resultados desastrosos.

Contra lo que pueda pensarse, el guion no recurre a la sensiblería ni a argumentos maniqueos para generar -todo el tiempo- reflexiones sobre la trascendencia de la toma de posición de todos los actores en el desarrollo del conflicto. Cruise discute con vehemencia la postura de Washington, la necesidad de erradicar "cueste lo que cueste" a los bárbaros medievales y el peligro de no intervenir; Redford es la voz mesurada que señala los errores de los burócratas y admite la mediocridad de millones de gobernados.

No hay más qué decir. Los diálogos concebidos por Matthew Carnahan son apasionados, inteligentes, señalan las deficiencias de uno y otro lado, relativizan y aun muestran lo endeble que resulta lanzar acusaciones a la administración Bush simplemente porque todos lo hacen, sin siquiera reparar en lo inútil que esto resulta para los combatientes en Irak.

Cine verdaderamente liberal que evita el tono panfletario, aun cuando toma posición. Robert Redford ha producido una de las mejores películas del año con un puñado de dólares; profunda, autocrítica y luminosa en sus ideas.

 
 
 
 

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