LA LISTA NEGRA

DIRECCIÓN: Paul Verhoeven
TÍTULO ORIGINAL: Zwartboek (2006)
PAÍS: Holanda, Alemania, Reino Unido, Bélgica
GUION: Paul Verhoeven, Gerard Soeteman
FOTOGRAFIA: Karl Walter Lindenlaub
MÚSICA: Anne Dudley
DURACIÓN: 145 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

El pasado mes de septiembre, durante el 14 Festival de Cine de Verano de la UNAM, se exhibió un grupo de seis películas entre las cuales se contaba La lista negra (Zwartboek), la más reciente cinta del holandés Paul Verhoeven, para sorpresa de muchos, el mismo realizador de RoboCop (1987), Bajos instintos (1992), Showgirls (1995) o El hombre sin sombra (2000).

Seis años después del fracaso de esta última y tras dos décadas de no filmar en Europa, Verhoeven decidió retomar su carrera con un trabajo más “tradicional” y una historia ubicada en la Holanda de los meses previos a la rendición nazi, aportándole elementos que en el cine bélico de los cincuenta no habrían tenido lugar.

Rachel Stein (Carice Van Houten) es una hermosa y joven cantante de origen judío que al intentar escapar de los alemanes, ve morir a su familia entera a manos de un escuadrón de las SS. El hecho la marca de tal manera que acepta participar en un grupo de la resistencia, arriesgándose al infiltrarse en el cuartel principal de las fuerzas alemanas, bajo el nombre de Ellis de Vries, e intentar seducir a un alto oficial, interpretado por Sebastian Koch.

Con demasiadas vueltas en el guion que hacen que el final se retrase un poco más de lo esperado, La lista negra tiene en su favor presentar un escenario de conflicto en el que no todo se reduce a la dicotomía de buenos contra malos. Cierta ambigüedad moral está presente en cada uno de los personajes, independientemente del bando en el que se encuentran.

La protagonista del relato de Verhoeven usa el sexo como moneda de cambio, sin escrúpulos, en busca de venganza para su familia. Así se mueve el resto, desde el oficial alemán que se prende de la chica judía, hasta Theo (Johnny de Mol), el joven miembro de la resistencia cuya fe le impide matar o el honorable abogado que custodia los bienes de familias varias judías de buena posición económica, cuyos nombres aparecen en una pequeña libreta negra... Todos son víctimas de pulsiones que los llevan a tomar decisiones que se inscriben en el terreno de la traición, ya sea a su gente o a sus propias convicciones.

Lejos de los grandes presupuestos de los estudios de Hollywood, el director holandés evita los grandes despliegues guerreros y se queda con los elementos suficientes para mantener la idea de la ocupación alemana. Cine bélico sin combates, que prefiere basar su trama en la intriga, en el desempeño del cuadro actoral y un eficiente trabajo de los departamentos de ambientación y vestuario.

Las escenas que dejan testimonio del realismo que Verhoeven busca imprimir a su película, curiosamente no son las que se vinculan con el dolor de las tragedias o la muerte heroica de quienes combaten a los ejércitos del Reich; son aquellas en las que el sexo y la violencia se asoman: la joven Rachel decolorándose el vello púbico para pasar por alemana y la chusma de holandeses (a final de cuentas compatriotas del propio director) que castigan públicamente a los colaboradores de los nazis a quienes mantienen pridioneros en una vieja fábrica.

Por supuesto, después de una estancia de casi 20 años en Estados Unidos por parte de Verhoeven, es inevitable que La lista negra se haya contaminado de algunos giros propios de aquel cine, al punto de regalarnos una escena en que la protagonista escapa de la muerte segura de una manera casi providencial. Bueno, no todo podía ser perfecto.

 
 
 
 
       

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