LLUVIA DE HAMBURGUESAS

DIRECCIÓN: Phil Lord, Christopher Miller
TÍTULO ORIGINAL: Cloudy with a Chance of Meatballs (2009)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Phil Lord, Christopher Miller; basado en el libro de Judi y Ron Barrett
MÚSICA: Mark Mothersbaugh
DURACIÓN: 90 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Entretenida, abundante en referencias al cine de desastres de los ochenta y noventa, Lluvia de hamburguesas, tercer largometraje animado producido por Sony Pictures es un trabajo cumplidor como diversión inofensiva de fin de semana, pero difícilmente más trascendente que Amigos salvajes y Reyes de las olas, los dos experimentos previos de la empresa.

Inspirada en un popular libro infantil de Judi y Ron Barret, la película cuenta la historia de un pequeño lugar llamado Isla Bocado, en el que no existe actividad humana que no esté relacionada con las sardinas. Flint, un joven científico que intenta mejorar el mundo con creaciones que terminan por no funcionar muy bien, decide diseñar una máquina capaz de transformar el agua en comida. La puesta en marcha de su nuevo invento coincide con la llegada al pueblo de Sam, una novata reportera del clima, a quien le toca ser testigo de un evento que cambiará la vida de toda esa gente: una lluvia de comida.

Alargando al máximo la original e insólita premisa de un relato hecho para niños muy pequeños, la cinta inserta algunas pequeñas subtramas que intentan enriquecer el conjunto y que tienen que ver con el uso que ciertos políticos hacen de las ideas ajenas para promover su imagen o el eterno dilema entre claudicar y adaptarse en aras de lograr la aprobación de los demás y mantenerse firme en perseguir los sueños personales.

Pese a los valores familiares que inevitablemente defiende, la película no parece ser demasiado enfática en proponer modelos de conducta correctos (al menos no lo hace de manera explícita); la energía que posee es atribuible al diseño visual que, potenciado por la tercera dimensión, permite experimentar una lluvia virtual de hamburguesas, pollo frito, espagueti y albóndigas en la sala de cine, así como una avalancha de sobras que en la historia terminarán significando un problema mayúsculo.

Ciertamente, hay un gran mérito en desdoblar un libro de 30 páginas en un filme de 90 minutos, pero éste no deja de ser sumamente convencional e incluso demasiado blando con los elementos criticables que presenta como una sociedad que siempre quiere más de lo que en realidad puede consumir, o el hecho de que lo único que hacen caer del cielo sea comida deliciosa y engordadora, pero casi nada saludable.

La lección de esta versión de El día después de mañana con nieve de sabores no es ni por mucho la del uso responsable de recursos (de hecho a nadie se le ocurre que esa abundancia de alimentos puede ser compartida); por el contrario, parece un regaño contra quienes buscan cambiar, como si lo sensato sólo estuviera ligado a lo viejo y lo conservador.

 
 
 

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