LA MAESTRA DE KINDER

DIRECCIÓN: Sara Colangelo
TÍTULO ORIGINAL: The Kindergarten Teacher (2018)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Sara Colangelo; basado en el guion de Nadav Lapid
FOTOGRAFÍA: Pepe Avila del Pino
MÚSICA: Asher Goldschmidt
DURACIÓN: 96 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Lo menos que puede decirse del segundo largometraje de  Sara Colangelo, La maestra de kínder, es que se trata de una pieza inquietante y difícil de ver, pues la complejidad de lo que plantea desafía todas las lecturas, juicios y conclusiones que el espectador pueda extraer de la historia. Y es la capacidad actoral de su protagonista la que logra que uno se sumerja en el desconcierto sobre lo que sucede en pantalla.

Lisa Spinelli (Maggie Gyllenhaal) no sólo es una mujer comprometida con su trabajo como maestra de jardín de niños. Es además un ser sensible, capaz de advertir la belleza pese a estar rodeada de mediocridad, incluso en el espacio familiar, donde el marido no parece estar a la altura de sus necesidades intelectuales y sus propios hijos parecen ser una decepción en más de un sentido.

Su mayor reto es el taller de creación literaria en el que participa una noche a la semana, pero donde toda su obra es juzgada como menor y derivativa. Su mayor estímulo llega al escuchar una mañana un poema de Jimmy (Parker Sevak). Pero éste no es un hombre que intente captar su atención o halagarla; se trata de uno de sus pequeños alumnos –acaso uno de los más tímidos– quien tiene arrebatos poéticos que revelan un increíble talento artístico, que nadie más parece advertir.

Basada en la película israelí de 2014 del director Nadav Lapid, la cual es narrada desde la perspectiva del niño, aquí el centro es esta mujer que siente el enorme peso de tener a su cuidado a un espíritu extraordinario cuyo talento corre el riesgo de ser asfixiado por un mundo incapaz de conmoverse y apreciar lo inasible si no está en la pantalla de un teléfono.

No parece que Colangelo trate de plantear el paso de Lisa por una crisis de la mediana edad o es su frustración por no tener el talento de Jimmy para componer piezas tan sencillas y tan complejas a la vez. La maestra está horrorizada por la posibilidad de que ese potencial se pierda; ella ve a un gigante  y siente la obligación de estimularlo artísticamente y alentarlo a seguir creando.

Pero hay algo que no deja de hacer ruido en la conciencia; las acciones de Lisa comienzan a rozar una línea ética entre el apoyo y la ceguera que a veces acompaña la defensa de una causa.  El espectador –insisto– es retado por el dilema moral que se le presenta y que no admite respuestas simplistas, pues sin importar las decisiones en exceso audaces que esta maestra de kínder va tomando, es posible entender su desesperación ante la altísima probabilidad de que este pequeño prodigio pierda su voz para siempre.

 
 
 
 
       

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