Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
La maldición de las hermanas es la última víctima de una industria que durante años logró sus mejores productos de saquear el cine de horror oriental de la última década. El problema es la velocidad a la que se exprimió esa veta, secándola en muy poco tiempo y generando de nuevo desánimo y desencanto por el cine de terror.
Basada en el filme coreano Los poseídos (Janghwa Hongryeon, 2003), la cinta de los hermanos Charles y Thomas Guard logra trascender sus propios convencionalismos para atrapar legítimamente la atención del espectador por la vía de pequeños giros argumentales, sin tener abusar del efectismo visual o la música ominosa que provoca sustos efímeros.
Después de haber enfrentado la trágica muerte de su madre enferma y haber intentado suicidarse, Anna (Emily Browning), la protagonista de la historia, abandona el hospital psiquiátrico donde ha estado recluida para regresar a casa, donde además de su hermana Alex (Arielle Kebbel), la espera la sorpresa de que su padre (David Strathairn) ha convertido a Rachel (Elizabeth Banks), la antigua enfermera de su madre, en su novia.
Las hermanas deciden hacer frente común contra la mujer y con razones para desconfar de ella se proponen descubrir sus verdaderas intenciones ante su padre. De manera sobrenatural, personas muertas comienzan a aparecer frente a Anna, revelándole detalles que le permiten confirmar sus sospechas. Los elementos terroríficos, sin embargo, no son lo más importante del relato.
El guion y la dirección van obligando al espectador a poner la mirada sobre uno de los personajes, y hábilmente inducen a fiscalizar cada frase y cada gesto en busca de alguna fisura o alguna expresión reveladora. No obstante, al mismo tiempo, uno sabe que los realizadores no son tan inocentes para entregar tan fácilmente detalles definitivos de la historia, por lo que detrás de esto no puede sino esconderse un giro tramposo. Lo curioso es que con todo, el relato no deja de aportar pruebas para condenar a uno y sólo uno.
Quizá sea por ello, por el sobrio desarrollo y la inteligente conducción de la trama, que el desenlace —sobre todo para quienes no conocen el filme coreano— resulta tan inesperado. No sólo porque no traiciona a los personajes que se esfuerza en construir, sino porque concluye con una idea inteligente y plausible para un público que seguramente habrá entrado al cine con bajísimas expectativas sobre este título y que al final querrá rebobinar para revisar dónde estuvo el truco.
Una pieza sin demasiados sobresaltos, entretenida. Un remake bastante digno. |