MALOS HÁBITOS

DIRECCIÓN: Simón Bross
TÍTULO ORIGINAL: Malos hábitos (2007)
PAÍS: México
GUION: Ernesto Anaya, Simón Bross
FOTOGRAFIA: Eduardo Martínez Solares
MÚSICA: Daniele Luppi
DURACIÓN: 103 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Simón Bross cometerá el peor error de su vida el día que decida dejar la publicidad para hacerse cineasta. Cuando eso suceda, cuando crea de veras que es un cineasta, entonces se convertirá en otro Alejandro González Iñárritu, pomposo, grandilocuente, fantoche.

El hombre es un buen publicista —no necesito decirlo yo, la cantidad de cuentas que maneja lo demuestra—. Durante años ha trabajado para otros y esa labor le ha ayudado a madurar su propia idea de lo que funciona visualmente, de los recursos que puede emplear y de la efectividad de sus mensajes.

Malos hábitos es una denuncia abierta que intenta llamar la atención sobre los desórdenes alimenticios, pero lo hace sin las monsergas y la doble moral que caracterizan a la televisión, con bastante buen gusto, por cierto. Sin embargo, la cinta se siente un tanto partida, dado el tratamiento diferenciado de las historias paralelas que se desarrollan y que aluden a dos circunstancias completamente distintas.

Por un lado vemos a Elena (Elena de Haro), una joven y hermosa mujer que obsesionada, con su propio peso, siente asco por los kilos que le sobran a su pequeña hija Linda (Elisa Vicedo). En otro contexto se desarrolla la historia de Matilde (Ximena Ayala), una muchacha que tras graduarse de la carrera de medicina, decide tomar los hábitos religiosos, en la idea de que sólo el sufrimiento puede redimir y cambiar el mundo.

El primer relato es, por mucho, el más rico en elementos y el más interesante de los dos. Además de las notables actuaciones de Elena y de Elisa como madre e hija, las escenas dicen tanto como los diálogos. Dos de estos cuadros son verdaderamente significativos. El primero: el del marido-profesor de universidad que ha dejado de disfrutar el sexo con una mujer que lo lastima con sus angulosos huesos y que al mismo tiempo encuentra atractiva a una alumna llenita, que además goza del placer de la comida. El segundo: el de la madre que vive de agua, una rebanada de manzana verde y que fuma de pie mientras su familia come.

Si bien hay mayor elaboración en lo visual, la segunda historia es acaso una velada crítica al obtuso pensamiento místico católico que convierte en pecado el placer y que hace del gusto por la comida un motivo de culpa.

Bross es despiadado cuando aborda los problemas de anorexia y bulimia como resultado de la ansiedad de las jóvenes por alcanzar los estándares de belleza que impone la moda e incluso recurre a la anécdota de los baños de mujeres de la Universidad Iberoamericana, donde se descubrió que las tuberías de acero galvanizado del drenaje estaban completamente corroídas por los ácidos gástricos provenientes del vómito de decenas de estudiantes.

En el otro frente se muestra más tímido; nos enseña al gordo jerarca que come y bebe sin remordimiento, mientras una monja ayuna para lograr el favor de Dios, pero elude mostrar este comportamiento como el hijo de una proverbial ignorancia que ve en la victimización y en la flagelación algo encomiable.

El balance, sin embargo, es positivo. Simón Bross está lleno de recursos y en la medida que se mantenga en el terreno de la publicidad, filmar para cine se mantendrá como un reto. Lo peor que puede pasarle es pensar que su etapa de creativo de agencia está superada y que ahora es "un cineasta". Ojalá se mantenga sobrio ante los elogios, no queremos a otro imbécil de esos que se marean con dos películas.

 
 
 
 
       

CANAL RSS
YOUTUBE
CONTÁCTANOS


DISTRITO CINE. Los contenidos de este sitio están sujetos a una licencia Creative Commons 2.5, con excepción del material (fotos, imágenes, videos) procedente de terceros.